Caso
Olga, de 55 años, y Mateo, de 58, llevan 28 años de matrimonio. Durante la mayor parte de su relación, mantienen una dinámica afectiva estable, con momentos de cercanía emocional y un patrón sexual que, aunque no perfecto, satisfacía las necesidades de ambos. Sin embargo, en los últimos tres años, Olga ha experimentado un cambio significativo en su deseo sexual. La frecuencia de encuentros íntimos disminuyó progresivamente hasta llegar al punto en que, hoy, Olga no desea tener relaciones sexuales en absoluto.
Para Olga, la ausencia de deseo no nace de un conflicto puntual ni de una falta de amor hacia Mateo. Ella describe sentirse “agotada”, “vacía” y “sin energía para conectar físicamente”. Relata cambios corporales propios de la menopausia, un aumento en la autoexigencia laboral, y una sensación persistente de desconexión con su propia sensualidad. Aunque no rechaza la convivencia ni la relación afectiva, evita cualquier situación que pudiera interpretarse como una invitación al contacto sexual, lo que genera tensión interna y culpa.
Mateo, por su parte, vive este cambio con tristeza y confusión. Aclara que su necesidad no es únicamente sexual; anhela contacto, cariño, abrazos, caricias y señales de afecto que antes fluían espontáneamente. Afirma comprender que el deseo puede fluctuar con la edad, pero siente que la distancia física se ha ido transformando en una distancia emocional. Expresa miedo a convertirse en “solo un compañero de casa”, y aunque desea retomar la vida sexual, estaría dispuesto a resignarse siempre que puedan rescatar gestos cotidianos de intimidad que les permitan vivir como una pareja que aún se ama.
La dinámica cotidiana refleja tensión creciente. Olga siente presión, incluso cuando Mateo no la expresa directamente. Cualquier gesto de él —un abrazo prolongado, una caricia, un comentario afectivo— es interpretado como una expectativa sexual que ella no puede cumplir, lo que la lleva a retraerse aún más. Mateo observa la retirada y responde con retraimiento emocional, sintiéndose rechazado o invisible. Ese ciclo refuerza en Olga la culpa y en Mateo la inseguridad.
Ambos coinciden en que no quieren separarse y que el vínculo emocional sigue intacto. Sin embargo, reconocen que la falta de intimidad está afectando la calidad del matrimonio. Preocupados por el futuro, buscan ayuda terapéutica para entender lo que está sucediendo y encontrar formas respetuosas de reconstruir una intimidad acorde a esta nueva etapa de vida.
Análisis
Análisis psicológico del caso
El caso de Olga y Mateo es clínicamente representativo de un patrón frecuente en parejas de larga duración que atraviesan etapas de transición vital. La disminución del deseo sexual —especialmente en mujeres alrededor de la menopausia— es un fenómeno multifactorial que involucra componentes fisiológicos, psicológicos y relacionales.
En Olga se observan tres elementos relevantes:
- Alteraciones biopsicológicas: cambios hormonales, molestias físicas y disminución de energía afectando la conexión corporal y el deseo.
- Carga emocional y mental: altos niveles de responsabilidad, autoexigencia y poca disponibilidad interna para la intimidad.
- Significado psicológico del sexo: para ella, la intimidad sexual se asocia ahora a obligación, presión y rendimiento, más que a placer o conexión.
Por su parte, Mateo experimenta una necesidad de contacto afectivo que va más allá del sexo. Para él, las caricias y la intimidad representan seguridad emocional, pertenencia y validación dentro del vínculo. Al verla retraerse, interpreta el distanciamiento como pérdida de amor, lo que alimenta el ciclo de ansiedad relacional.
El patrón central puede describirse como un “ciclo de evitación y retraimiento”:
- Olga evita el contacto por miedo a generar expectativas sexuales.
- Mateo interpreta esa evitación como rechazo personal.
- Mateo se retrae emocionalmente para evitar presionar.
- Esa retirada intensifica en Olga la culpa y el aislamiento emocional.
Este ciclo es común en parejas con discrepancias sexuales y requiere un abordaje cuidadoso. La clave no es obligar a Olga a tener relaciones, ni pedir a Mateo que renuncie a su necesidad afectiva, sino construir un nuevo modelo de intimidad que sea sostenible para ambos, donde el contacto no se viva como presión sino como conexión.
Recomendaciones
Si te identificas con una situación parecida, estas soluciones podrían ayudarte:
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Crear un espacio de comunicación seguro y estructurado:
La terapia debe enseñarles a hablar de sexualidad sin culpa ni defensividad, utilizando lenguaje descriptivo, no acusatorio. -
Diferenciar deseo sexual de intimidad emocional:
Se trabaja con Olga para ayudarla a distinguir entre gestos afectivos y expectativas sexuales, y con Mateo para expresar necesidades sin transmitir presión. -
Explorar factores biopsicosociales del deseo:
Se guía a Olga a identificar cambios hormonales, emocionales y cognitivos que afectan su deseo, normalizando la experiencia y validando su ritmo. -
Rediseñar la intimidad no sexual:
Se establecen rituales cotidianos de conexión —tomarse de las manos, abrazos, rutinas compartidas— sin implicar sexualización. El objetivo: que Olga sienta seguridad y que Mateo reciba señales de cercanía. -
Establecer acuerdos explícitos sobre expectativas:
Se ayuda a la pareja a negociar frecuencia, tipo de contacto, límites y momentos adecuados para expresar afecto, evitando malentendidos. -
Reentrenamiento gradual de la intimidad (si la pareja lo desea):
Se introduce un proceso terapéutico donde el contacto físico se reconstruya paso a paso sin objetivo sexual inmediato. -
Fortalecer la identidad de pareja en esta etapa de vida:
Se trabajan actividades románticas, significados compartidos, proyectos mutuos y formas de renovar la alianza afectiva que no dependan únicamente del sexo. -
Referido médico cuando necesario:
Si se observan síntomas físicos relevantes, se considera la posibilidad de consulta ginecológica/endocrina para evaluar manejo hormonal o intervenciones médicas adecuadas.
El objetivo general es que Olga y Mateo redefinan la intimidad de una manera que honre sus necesidades individuales pero fortalezca la conexión emocional como pareja. No se trata de recuperar el pasado, sino de construir una intimidad nueva, respetuosa y adaptada a esta etapa del matrimonio.



