Violencia doméstica

Cualquier persona puede ser víctima de violencia doméstica. Sin embargo, comúnmente son mujeres en sus 20 ó 30 años de edad, que conviven con sus parejas y que tienen hijos. En Puerto Rico se reportaron 9,093 casos de violencia doméstica en el año 2015. ¿Pero cuál es la diferencia entre conflictos normales en una relación y violencia doméstica? Los conflictos son parte de cualquier relación íntima, sin embargo, la violencia doméstica no tiene lugar en una relación saludable y trasciende barreras étnicas, culturales, clases sociales, ideologías y orientación sexual.

La violencia doméstica es definida por la Ley para la Prevención e Intervención con la Violencia Doméstica (Ley 54), como el “patrón de conducta constante de fuerza física o violencia psicológica, intimidación o persecución contra una persona por parte de su cónyuge, excónyuge, una persona con quien cohabita o haya cohabitado, con quien sostiene o haya sostenido una relación consensual o una persona con quien se haya procreado una hija o un hijo, para causarle daño físico a su persona, sus bienes o a la persona de otro, para causarle grave daño emocional”.

Como vimos en la definición anterior, la violencia doméstica puede manifestarse de varias formas: física, sexual, psicológica o económica. La violencia física, la cual suele aumentar en intensidad a lo largo el tiempo, involucra actos violentos como golpear, empujar, patear, entre otros. La violencia sexual se relaciona con cualquier acto sexual forzado. La psicológica tiene que ver con una amplia gama de conductas, tales como intimidar, aislar, controlar, humillar, insultar, criticar continuamente, realizar demandas poco razonables, dañar la autoestima o hacer sentir culpable a la víctima. En cuanto a la económica, algunos ejemplos podrían estar relacionados con limitarle a la víctima el acceso a los ingresos de la familia, negarle la oportunidad de trabajar o forzarla a hacerlo, destruirle su propiedad o no incluirla dentro de las decisiones financieras.

Hay quienes se preguntan por qué la víctima permanece en una relación de maltrato. Continuamente, se escuchan comentarios que sugieren que lo hacen porque les gusta que las maltraten. Comentarios como éste son crueles e ignorantes, y tienen el efecto de revictimizar a la víctima, por lo que deben ser evitados. Lo cierto es que son muchas las razones por las cuales una persona maltratada permanece en una relación de maltrato, entre ellas, podemos mencionar el miedo como uno los factores principales. Se sienten temerosas de que el victimario se tornará más violento si trata de abandonarlo. Asimismo, sienten miedo de perder a los hijos o a que estos puedan ser dañados por el agresor. El miedo a no poder subsistir económicamente también suele invadir a la víctima.

Algunas mujeres abusadas podrían tener problemas de autoestima y pensar que ellas son las causantes del abuso. En ocasiones piensan que pueden parar el abuso si actúan de forma distinta o si hacen las cosas como les requiere su agresor. Se crea o no, muchas mujeres en esta situación no se ven como maltratadas, ya sea por negación o porque ven la conducta del agresor como propia de la conducta normal de los hombres. Vemos también que en muchos de estos casos las mujeres no cuentan con una red de apoyo (familia, amistades) a donde poder pedir ayuda y se sienten, por lo tanto, solas con su situación.

Ahora bien, ¿cuál es el perfil del agresor? Comúnmente son hombres que consumen alcohol o drogas, de ideología machista, que entienden que las mujeres son inferiores y deben ser controladas y dominadas. Este tipo de ideología es promovida por culturas y religiones, por lo que complica más aún el panorama y dificulta los esfuerzos de prevención y tratamiento. Este tipo de hombre proviene de cualquier estrato social o profesión, podría ser un hombre exitoso y respetado en su iglesia, comunidad o escenario laboral. Con frecuencia, son hombres celosos, posesivos y fácilmente irritables. Además, rara vez admite las agresiones y las justifica culpando o haciendo sentir culpable a la víctima.

¿Qué hacer?

Los agresores deben entender y admitir que tienen un problema, y deben estar dispuestos a buscar ayuda en el convencimiento de que el cambio es posible si se lo propone. Se recomienda que hablen con alguien en quien confíen, que pueda evaluar su situación y referirlos a los recursos correspondientes.

Las víctimas y sobrevivientes deben saber que no están solas, que hay ayuda disponible para ellas y para sus hijos e hijas. Se recomienda que no se mantengan en silencio, que hablen con algún pariente, amigo, amiga o doctor. Si decide permanecer en la situación, es altamente recomendable que formulen un plan que garantice su seguridad en la eventualidad de que tengan la necesidad de salir de emergencia, esto incluye esconder una copia de las llaves del carro, documentos personales, algo de dinero y números telefónicos de recursos de ayuda, de familiares y amigos/as.

Si interesas evaluar si estás en una relación de violencia, puedes hacerlo aquí, aquí y aquí.  A continuación, otros recursos que podrían serte útiles:

Casa Protegida Julia de Burgos
(787) 723-3500
(787) 723-2814
Coordinadora Paz para la Mujer
(787) 764-9639
Oficina de Asuntos de la Mujer
(787) 758-5400
Oficina de la Procuradora de las Mujeres
(787) 725-2857
(787) 722-2907
(787) 722-2977
Proyecto Especial para Mujeres
(787) 764-0524
Organización Puertorriqueña de la Mujer Trabajadora
(787) 764-9639

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