Caso
Julia, de 32 años, y Sherryl, de 34, llevan seis años de relación y conviven desde hace cuatro. Describen su vínculo inicial como apasionado, emocionalmente intenso y caracterizado por una sensación de conexión inmediata. Sin embargo, en los últimos dos años, han entrado en un ciclo de conflictos marcados por celos, sospechas y discusiones que han escalado hasta episodios de agresión física. Ambas reconocen que estos incidentes han sido dañinos, pero también admiten sentirse “atrapadas” en un patrón emocional difícil de detener.
Julia manifiesta inseguridades profundas relacionadas con experiencias de infidelidad en relaciones previas. Aunque reconoce que Sherryl no le ha dado motivos concretos para desconfiar, interpreta ciertos comportamientos —como conversaciones con colegas, demoras en responder mensajes o la necesidad de espacio personal— como señales de posible abandono. En esas situaciones, Julia experimenta una activación emocional intensa y adopta conductas de vigilancia: revisar redes sociales, pedir explicaciones inmediatas, o cuestionar repetidamente las intenciones de Sherryl.
Sherryl, por su parte, se siente constantemente observada, evaluada y “acusada sin razón”. Afirma que, aunque ama profundamente a Julia, la acumulación de tensión la lleva a reaccionar de manera defensiva: levantar la voz, retirarse bruscamente de las discusiones o, en situaciones límite, responder impulsivamente a la agresividad de Julia. Ambas reconocen que en varias ocasiones llegaron a golpes físicos mutuos durante alguna discusión particularmente intensa.
Un patrón repetitivo se observa con claridad: Julia siente miedo de perder a Sherryl → demanda más cercanía → Sherryl se siente presionada y se distancia → Julia interpreta la distancia como confirmación de su miedo → aumenta su vigilancia y su enojo → Sherryl explota o se retira → ambas terminan dolidas y avergonzadas. Este ciclo deja secuelas emocionales y afecta la sensación de seguridad dentro de la relación.
Pese al deterioro, ambas insisten en que no desean separarse. Reconocen que las agresiones físicas marcan un límite que no se debió cruzar. Buscan ayuda profesional porque sienten que si no intervienen pronto, el daño emocional y relacional podría volverse irreparable.
Análisis
Análisis psicológico del caso
El caso de Julia y Sherryl es un ejemplo clásico de un ciclo de apego inseguro en el que el miedo a la pérdida, la búsqueda ansiosa de cercanía y la retirada defensiva se alimentan mutuamente. Clínicamente, se observan elementos de reactividad emocional.
En Julia se observan aspectos característicos de un apego ansioso:
- Hiperactivación emocional: interpreta señales ambiguas como amenazas.
- Búsqueda intensa de confirmación: necesita respuestas inmediatas y coherentes para regular su ansiedad.
- Temor a la pérdida: su vigilancia y reactividad derivan del miedo profundo a ser abandonada.
En Sherryl se observan elementos de un apego evitativo:
- Retirada para regular tensión: busca tomar distancia para no sentirse asfixiada o atacada.
- Desconexión emocional como defensa: responde al conflicto minimizando o cerrándose.
- Explosiones impulsivas: producto de la acumulación de estrés y percepción de injusticia o invasión.
La presencia de agresión física, aunque bidireccional y contextual, marca un punto de alerta clínica importante. Este tipo de escalada indica que la pareja no solo está atrapada en un patrón emocional disfuncional, sino que ha perdido la habilidad de detener la escalada antes de que la reactividad se torne peligrosa. En casos como éste, la terapia psicológica para parejas comúnmente no procede.
Un elemento clave en este caso es la forma en que ambas interpretan la conducta de la otra:
- Julia interpreta la distancia como abandono.
- Sherryl interpreta la demanda afectiva como control o vigilancia.
Ninguna está viendo la vulnerabilidad subyacente de la otra. Para Julia, la demanda emocional es un pedido desesperado de seguridad; para Sherryl, la distancia es un intento de mantenerse emocionalmente funcional. Esta desconexión genera una “danza emocional circular” que se repite, intensifica y erosiona la confianza.
Recomendaciones
Si te identificas con una situación parecida, estas soluciones podrían ayudarte:
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Garantizar la seguridad física y emocional:
Establecer acuerdos explícitos para prevenir toda forma de agresión. Se recomienda tratar técnicas de pausa, reglas de conversación y planes de retirada segura cuando la discusión escala. -
Psychoeducación sobre apego y ciclos relacionales:
Comprender el patrón de codepenencia existente y sentar las bases para nuevas formas de interacción. -
Exploración del miedo subyacente en cada una:
En terapia individual Julia puede trabajar el temor al abandono y las estrategias disfuncionales de regulación; Sherryl puede trabajar la dificultad para tolerar intensidad emocional sin desconectarse. -
Reconstrucción de habilidades de comunicación segura:
Las técnicas de comunicación en primera persona, validación emocional y límites conversacionales son útiles. -
Reentrenamiento para la regulación emocional:
Reconocer señales fisiológicas de escalada y a detener la conversación antes de perder control. -
Desactivar el ciclo de celos:
Trabajar con las interpretaciones distorsionadas, acuerdos sobre privacidad, transparencia razonable y rituales de reconexión. -
Construcción de una narrativa compartida:
Redefinir la relación desde la comprensión mutua, la colaboración y el compromiso explícito con la no violencia. -
Consideración de intervenciones individuales:
Si la ansiedad, traumas previos o problemas de control emocional interfieren, se recomienda terapia individual en paralelo.
Julia y Sherryl, de insistir en permanecer juntas, deben desarrollar un modelo de vínculo seguro, donde la expresión emocional no conduzca a la agresión y donde ambas puedan interpretar las acciones de la otra desde una perspectiva compasiva y no defensiva.

