No hay nada como ese sentimiento de esperar a un hombre. Es el sentimiento más solitario en el mundo. Agarrar el celular y llevarlo contigo mientras botas la basura o usas el baño, o mientras cambias la caja del gato, temerosa de que en el segundo que no lo estés mirando será el momento en que llamará. Patético. Y algo que he hecho tan reciente como la última semana.