Creo que somos personas románticas de alguna forma, pero cuando se trata de una relación, no es tanto la pregunta de ‘¿Puedes confiar en otro ser humano?’, como lo es la pregunta de confiar en ti mismo. La brutal naturaleza del [ser humano] parece significar que estamos predispuestos a encontrar atractivas a otras personas. Y hay algo de deshonesto en callar esos sentimientos – parece puritano negarse eso a uno mismo. La idea del pecado está todavía bien ampliamente insertada en la mente de las personas.