Disposición de cambio en la terapia de parejas

El cambio es condición fundamental en el proceso terapéutico. Un punto crucial de comienzo en el proceso terapéutico es la determinación de la necesidad de cambio desde la perspectiva de cada cónyuge. Se espera que las parejas que asisten a terapia posean una predisposición para el cambio, esto es, que hayan realizado un compromiso en esa dirección tanto para sí como con la pareja, a los efectos de incorporar los ajustes que sean necesarios para hacer que la relación funcione. Infortunadamente, éste no es siempre el caso. Los cónyuges podrían encontrarse en diferentes etapas del cambio al momento de llegar al consultorio: precontemplación, contemplación, preparación, acción, mantenimiento o terminación. Muchas personas asisten a terapia con la convicción de que quien tiene que realizar cambios es la otra y no ellas. El psicólogo les puede ayudar a determinar en qué etapa se encuentra cada cuál y cuan preparados están para el cambio previo a entrar en tratamiento.

Relación con el proceso de terapia

  • La disposición al cambio es un factor clave en la terapia de pareja: sin apertura a modificar conductas, actitudes y formas de relacionarse, el proceso se limita a describir problemas sin transformarlos.
  • Cuando ambas personas reconocen que “algo tiene que cambiar”, se crea un terreno común que permite trabajar en equipo, en lugar de quedarse en la dinámica de culpar únicamente al otro.
  • Estar dispuesto a cambiar implica aceptar que mis patrones, mis reacciones y mis defensas también contribuyen a la situación actual, y que no se trata solo de que la pareja “mejore”.
  • La disposición al cambio se refleja en pequeños gestos concretos: probar nuevas formas de comunicación, asumir responsabilidades, cumplir acuerdos y realizar tareas entre sesiones.
  • En terapia, el terapeuta ayuda a diferenciar entre el deseo de que la relación mejore (que casi siempre existe) y la verdadera disposición a hacer cosas diferentes para que eso ocurra.
  • La apertura al cambio implica tolerar cierta incomodidad: abandonar viejos hábitos, pedir perdón, expresar vulnerabilidades o renunciar a tener siempre la razón.
  • Cuando uno o ambos miembros se resisten sistemáticamente al cambio, la terapia tiende a estancarse; por el contrario, pequeños pasos voluntarios pueden generar mejoras significativas en la dinámica de la pareja.
  • La disposición al cambio también incluye estar dispuesto a revisar creencias rígidas sobre el amor, el poder, los roles o el perdón, abriendo espacio a modelos de relación más saludables y equitativos.
  • A medida que la pareja observa resultados positivos derivados de sus esfuerzos (menos conflicto, más cercanía, mayor comprensión), la motivación para seguir cambiando se fortalece y el proceso terapéutico se potencia.
  • En definitiva, la terapia de pareja no “cambia” a las personas por sí sola: es la combinación entre la asistencia del profesional y la disposición genuina al cambio lo que hace posible una transformación real en la relación.