La infidelidad, ¿qué es y por qué ocurre? | Parte II

La infidelidad a menudo resulta en un daño emocional profundo y es una violación de un acuerdo previo hecho entre la pareja con respecto a su exclusividad sexual y/o emocional. La infidelidad resulta porque uno de los cónyuges no está informado ni consiente en la relación extramarital. Lo que determina si una persona ha sido infiel o no depende de si se han respetado los acuerdos de exclusividad predeterminados, y no necesariamente de si la relación es monógama o no monógama.

¿Por qué las personas son infieles?

Este artículo sobre la monogamia puede ofrecer algunas respuestas. Según una investigación realizada por General Social Survey, los hombres tienen más probabilidades de ser infieles que las mujeres: el 20% de los hombres y el 13% de las mujeres, según esta encuesta, afirman haber tenido relaciones sexuales con alguien que no es su pareja en la relación primaria. Existe una escuela de pensamiento en psicología que dice que si una mujer es infiel es más probable que sea una señal del fin de su relación primaria opuesto a cuando es el hombre el que lleva a cabo la conducta. Y, de hecho, este puede ser un dato certero puesto que hombres y mujeres tienden a pensar y sentir de manera diferente sobre el sexo y las relaciones en general.

En general, los hombres tienen más probabilidades que las mujeres de poder compartimentar o aislar el sexo de las conexiones íntimas. Para muchos hombres, el sexo es sólo sexo y las relaciones son las relaciones, y ambas no necesariamente se superponen. Por lo tanto, un hombre que es infiel casualmente puede hacerlo sin sentir un grado significativo de conexión emocional con una amante, mientras que una mujer que es infiel podría ver las cosas de manera diferente, esto es, el sexo y la conexión emocional entremezclados, de manera que para ellas la compartimentación es más difícil.

Dicho de otra manera, cuando las mujeres son infieles, generalmente hay un elemento de déficit en su relación principal, también hay un elemento de romance, intimidad, conexión o amor con otra persona. Los hombres, por otro lado, son más propensos a ser infieles para satisfacer sus impulsos o urgencias sexuales, con menos pensamientos de intimidad. Por supuesto, algunos hombres son infieles porque sienten amor además de atracción sexual por una persona externa a la relación primaria, pero éste no es el caso de muchos otros: para ellos, la infidelidad puede ser una acción oportunista, principalmente sexual, que, en sus mentes, no afecta su relación primaria. De hecho, cuando se les pregunta, muchos de estos hombres dirán que son muy felices en su relación primaria, que aman a su pareja, que su vida sexual es estupenda y que, a pesar de haber sido infieles, no tienen intención de poner fin a su relación.

Por lo general, los hombres no necesitan estar enamorados para disfrutar del sexo. De hecho, ni siquiera necesitan que les guste mucho la persona; sólo tienen que estar sexualmente excitados. Mientras que para las mujeres el panorama es distinto. Generalmente, es más difícil que una mujer se interese sólo en el sexo porque lo que éstas principalmente buscan es una voz profunda, grandes bíceps, mirada y gesticulaciones rudas, sentido del humor, un chico que les escuche y que tenga el deseo de tener hijos y de formar un hogar juntos. Lo más probable es que esto sea el producto de miles de años de evolución.

Es menos probable que las mujeres actúen como lo hacen los hombres en materia de sexualidad y de aventuras sexuales extrameritales. Para la mayoría de las mujeres, un sentido de intimidad es tan importante como el sexo; muchas veces más importante. Como tal, las mujeres tienden a no ser infieles a menos que sientan una profunda infelicidad en su relación primaria o una conexión íntima fuerte con su pareja extracurricular, y cualquiera de estas dos cosas podría hacer que una mujer abandone su relación.

Consecuencias de la infidelidad

La infidelidad es uno de los temas más estudiados en psicología y está asociada con consecuencias negativas para las relaciones, y la salud mental y física individuales. Múltiples estudios han encontrado que la infidelidad es un predictor importante e independiente del divorcio y la disolución de la relación. La infidelidad también se ha asociado con conflictos y desconfianza en las relaciones de pareja y con una disminución progresiva de la felicidad conyugal. Los terapeutas de pareja han calificado la infidelidad como el tercer problema más difícil para las parejas en terapia, así como el segundo problema más dañino para las relaciones de pareja, sólo detrás del abuso físico.

La infidelidad también se ha asociado con consecuencias psicológicas para los cónyuges individualmente. El descubrimiento de la infidelidad del marido o el inicio de la separación matrimonial por este motivo se asocia con un mayor riesgo de episodios depresivos mayores en las mujeres, problemas de confianza, baja autoestima, ansiedad, ira extrema, inseguridad, sensación de traición, rabia, trastorno de estrés postraumático y dificultad para formar vínculos afectivos en relaciones subsiguientes. La infidelidad está también asociada a trastornos del sueño, trastornos de la alimentación, pérdida de energía, estrés crónico y dolores de cabeza.

Por otro lado, la actividad sexual extramarital se asocia con bajas tasas de uso de condones: sólo entre el 8% y el 12% de las personas que mantienen relaciones sexuales extramatrimoniales son usuarios constantes de condones. Las personas que participan en relaciones sexuales extradiádicas tienen menos probabilidades de adoptar conductas protectoras de salud sexual tanto en sus relaciones sexuales primarias como extradiádicas, en comparación con las personas abiertamente no monógamas. La participación sexual extradiádica también se ha relacionado con una menor probabilidad de realizarse pruebas de enfermedades de transmisión sexual y de sostener discusiones sobre sexo seguro con nuevas parejas sexuales, lo que sugiere que la infidelidad se asocia con mayores conductas sexuales de riesgo más allá de las asociadas con tener múltiples parejas sexuales concurrentes. Hoy en día que los hombres informan involucrarse más que las mujeres en actividades sexuales extradiáticas, combinado con el bajo uso en el uso del condón y la pobre realización de pruebas médicas de enfermedades de transmisión sexual, el potencial de infectar a múltiples mujeres al mismo tiempo, incluyendo a la pareja primaria, es mucho mayor. Esta podría ser la razón por la cual las estadísticas con frecuencia reflejan un mayor número de contagios en mujeres producto de las enfermedades de transmisión sexual.

Recomendaciones

Descubrir la infidelidad de una pareja puede suponer un gran golpe. Es natural sentir emociones intensas o confusas. Algunas personas optan por hablar con un terapeuta sobre estos sentimientos. La terapia individual puede ayudar a alguien que se ha visto afectado por la infidelidad. La terapia también puede ayudar a explicar la respuesta de una persona a la aventura sexual de su pareja. De igual forma, puede centrarse en perdonar, dejar ir o seguir adelante fuera de la relación. Hay muchas maneras de manejar los sentimientos que conlleva la infidelidad. Un terapeuta puede ayudarle a analizar sus opciones.

Aquí algunas otras recomendaciones:

  • Resiste la tentación de confrontar a la tercera persona. Desconociendo lo que llevó a esta tercera persona a involucrarse en la situación, está de más decir que lo que hizo o está haciendo probablemente es moralmente inaceptable. Es importante indicar que este tipo de confrontación puede desembocar en violencia y problemas legales. Ahora bien, debes estar consciente de que esta persona no te debe nada. Esta persona no es tu amiga (¡en la mayoría de los casos!), prima, hermana o hija y, por lo tanto, NO te debe lealtad. En cambio, todo lo que harías al confrontarla es darle poder y tú no quieres hacer eso. Con no reconocer su existencia te proyectas como la persona que eres, la de mayor grandeza en esta situación. Si alguien debe ser confrontada es tu pareja. Está persona fue la que se comprometió contigo a una exclusividad sexual y, por lo tanto, es quien te debe lealtad.
  • Resiste la tentación de conocer los detalles sexuales. Interrogar a tu pareja sobre lo que le hizo a la otra persona sexualmente o lo que la otra persona le hizo a él no ayudará a que te sientas mejor, y sólo lograrás revisitar el trauma una y otra vez.
  • Aborda el problema. Aquí es cuando comienza el verdadero trabajo. Los cónyuges pueden comenzar a trabajar en los problemas que llevaron a la aventura sexual. Habrá altibajos en este proceso. La culpa de uno y la ira de otra pueden mezclarse con el anhelo de que la relación sea como antes. Pero no va a ser como antes. Las parejas pueden beneficiarse si perseveran en esta fase. A menudo son capaces de abordar los problemas desde la raíz de su descontento.
  • Sé paciente. Si tuviste una aventura, ten paciencia con las reacciones de tu pareja, las cuales serán impredecibles e inconsistentes por un tiempo relativamente prolongado. Recuerda que cada persona sana y supera los traumas a su propio tiempo.
  • Sé responsable. Si tuviste una aventura, tu pareja puede tener emociones fuertes, incluida la ira. Evita culpar a tu pareja por tus acciones. No minimices el impacto de tus acciones, de las cuales eres únicamente tú el o la responsable.
  • No decidas de inmediato. Antes de elegir continuar o terminar una relación, tómate el tiempo para sanar, poner en orden tus emociones y comprender qué había detrás de la aventura sexual.
  • Pide perdón y perdona. Esto debe suceder si una pareja desea reconstruir su relación. La persona que tuvo una aventura debe pedir perdón de forma sincera sin justificar sus acciones. La persona que fue engañada debe en algún punto del camino perdonar en términos sólidos. Este proceso no se puede apresurar, pero es necesario para reconstruir una relación.
  • Restaura la confianza. Realiza un plan para restaurar la confianza que pueda conducir a la reconciliación. Esta es una labor de ambos cónyuges. Si eres la persona que fue engañada, exprésale a tu pareja cuáles son tus necesidades que te ayudarán a volver a confiar. Acuerden un cronograma y un proceso para lograrlo.
  • Sigan adelante de forma saludable. De no ser posible la reconciliación, acuerden una disolución en buenos términos, y propónganse la sanación personal. Recurran a la ayuda psicológica profesional de ser necesario.

Conclusión

Como psicólogo, he encontrado que la infidelidad tal vez sea una de las razones más traumáticas que trae a las parejas al consultorio. La infidelidad es un fenómeno difícil de definir puesto que tiene unas implicaciones evolutivas y de género que son de consideración. La definición de infidelidad varía de persona en persona y las parejas comúnmente nunca han hecho el ejercicio de adoptar una definición que funcione para ambos y que sirva como estándar en su relación. Pareciera ser, tal vez, por las implicaciones religiosas que tiene el concepto, que existe la percepción general de que infidelidad significa lo mismo para todo el mundo.

Los hombres tienden a tener menos necesidad de protegerse contra los peligros del sexo casual por parte de sus parejas, por lo que no han desarrollado este detective interior; detective que las mujeres sí han desarrollado y perfeccionado con el tiempo. Los hombres a veces son infieles sólo por tener sexo, incluso cuando están perfectamente felices con su relación primaria. Esta es la razón por la que una relación dañada por la infidelidad de un hombre podría tener más probabilidades de sobrevivir después de que se descubre el acto, a diferencia de cuando es la mujer la que ha sido infiel. Los hombres pueden ser infieles, y de hecho lo son con frecuencia, en una buena relación, y vale la pena salvar las buenas relaciones. Mientras tanto, es más probable que las mujeres sean infieles cuando su relación primaria no va bien, y ese tipo de situación ya problemática de por sí podría no valer el dolor y el esfuerzo necesarios para reconstruir la confianza en la relación, la intimidad emocional y la armonía a largo plazo.

La infidelidad, ¿qué es y por qué ocurre? | Parte I

La mayoría de la gente considera que la monogamia es la norma: casi el 99% de los participantes en un estudio representativo a gran escala informó que tenía la expectativa de que su cónyuge fuera sexualmente monógamo y el 99% de los participantes de esta misma investigación creía que su pareja esperaba exclusividad sexual en la relación. Podemos ver que las expectativas de exclusividad sexual en el matrimonio, la relación o la convivencia rara vez cambian; menos del 1% de las parejas heterosexuales que participó en este estudio informó que su pareja o cónyuge había cambiado sus creencias sobre la exclusividad sexual luego de establecida la relación. Además de creer que la monogamia es la norma, la mayoría de la gente ve la infidelidad de forma negativa. Según una encuesta de Gallup de 2017, el 88% de los estadounidenses cree que es moralmente inaceptable que hombres y mujeres casados tengan una aventura fuera de la relación.

A pesar de la visión negativa generalizada en la población sobre la infidelidad, ésta es común entre las personas y se ha asociado con la disolución de las relaciones y la tensión entre los cónyuges. Este fenómeno en psicología se conoce como hipocresía moral: defender algunos valores morales como correctos, pero no seguirlos en la práctica, sobre todo cuando se aplica a la propia persona. Un estudio representativo a nivel nacional encontró que el 23% de los hombres y el 11% de las mujeres en general, y el 34% de los hombres y el 19% de las mujeres en cohortes de mayor edad, informan haber tenido alguna vez relaciones sexuales extramatrimoniales. Estas cifras tienden a ser aproximaciones someras puesto que los estudios en materia de sexualidad tienden a proporcionar resultados o respuestas inexactas. Este tipo de investigación habitualmente se realiza utilizando cuestionarios autoreportados y, dado que la sexualidad humana tiende a intimidar a las personas por múltiples razones, la veracidad de lo que auto-informan podría ser altamente cuestionable. En lo referente a infidelidad, la forma en que los investigadores la definen vs. cómo los participantes la entienden puede influir en los resultados de un estudio. Asimismo, comúnmente no se mide el nivel de religiosidad de las personas que participan en estas investigaciones y esto es particularmente importante porque las personas religiosas tienden a tener dificultades para expresarse en materia de sexualidad de manera abierta, además tienen más probabilidades que las no-religiosas de creer que los actos ambiguos de sus parejas constituyen infidelidad, mientras que esos mismos actos realizados por ellos mismos no lo son. Por ejemplo, es más probable que las personas religiosas crean que el uso de pornografía siempre es moralmente incorrecto, y muchos de ellos pueden percibir el uso de pornografía en la relación como infidelidad.

Pero ¿cuál es la diferencia entre infidelidad, actividad sexual extramarital, participación sexual extradiádica, aventura sexual fuera de la relación y otros conceptos utilizados para describir este fenómeno?

El concepto “infidelidad” tiene sus raíces en la religión. La mayoría de las religiones enseñan que la infidelidad es dañina y moralmente incorrecta. Además, es más probable que las personas más religiosas experimenten fuertes sanciones contra la infidelidad en sus comunidades de fe. Los textos religiosos que son fundamentales para el judaísmo, el cristianismo, el islam y el hinduismo contienen pasajes que condenan la infidelidad. La Biblia hebrea proclama en sus Diez Mandamientos: «no cometerás adulterio». El Nuevo Testamento enseña contra la infidelidad tanto física como emocional, con las palabras de Jesús: «Todo el que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón», y la enseñanza de Pablo de que «los fornicarios […] adúlteros, ninguno de ellos heredará el reino de Dios». La palabra «infidelidad» se utiliza 25 veces en el Corán, que insta a «no te acerques al adulterio, porque en verdad es un gran pecado y un mal camino». El Vishnu Purana, un texto sagrado del hinduismo, afirma: «Aquel que comete adulterio es castigado aquí y en el más allá; porque sus días en este mundo se acortan, y muerto cae en el infierno». Además de las enseñanzas bíblicas contra la infidelidad y a favor de los matrimonios sexualmente exclusivos, los líderes religiosos generalmente enseñan públicamente sobre lo incorrecto de esta conducta de acuerdo con sus convicciones de fe. Sin embargo, las diferentes denominaciones religiosas varían en el grado en que condenan y castigan la infidelidad entre sus seguidores.

La psicología, como disciplina científica, trata este asunto desde una perspectiva enteramente laica. El empleo del concepto “infidelidad” en este artículo obedece al hecho de que es más entendible por las personas en general debido a su cercanía con la religiosidad.

¿Qué constituye una infidelidad?

Como mencionáramos, la psicología procura adherirse estrictamente a los principios científicos y observar la conducta desde una perspectiva laica, a menos que el dogma religioso sea lo que motive una investigación específica. Así las cosas, los investigadores científicos han utilizado múltiples términos para describir la infidelidad, a veces indistintamente, como: infidelidad, engaño, aventura sexual, sexo extramarital o extradiádico e involucramiento o participación extradiádica. Entonces existe un consenso en las ciencias en darle énfasis al aspecto físico y utilizar el concepto de sexo extramarital o extradiádico para referirse al fenómeno de la infidelidad.

Las definiciones conductuales de infidelidad varían ampliamente en la literatura y pueden incluir cualquier cosa, desde «relaciones sexuales», «sexo oral» y «besos» hasta «conexiones emocionales» fuera de una relación monógama. Aunque los comportamientos que se consideran infidelidad pueden variar, la infidelidad puede conceptualizarse ampliamente como comportamientos sexuales con una pareja extradiádica que, si la pareja en la relación primaria se entera de ellos, es probable que causen angustia o daño severos.

La infidelidad ha sido conceptualizada como «física» o «emocional», donde la física involucra relaciones sexuales o coito, besos u otros actos físicos, y la emocional que involucra sentimientos románticos, citas románticas, dar regalos y otros actos que no involucran contacto físico. Algunos científicos definen la infidelidad exclusivamente como comportamientos físicos sexuales con alguien que no sea la pareja primaria, como el coito, el sexo oral o los besos. A lo largo del estudio de la infidelidad, las definiciones y conceptualizaciones de este concepto han cambiado. Los primeros estudios sobre la infidelidad sólo tendían a enfatizar el aspecto físico al conceptualizarla como relaciones sexuales extramatrimoniales. En otras palabras, originalmente, para la ciencia una infidelidad era una conducta que involucraba una interacción físico-sexual entre dos personas fuera de su relación primaria. Aunque se reconoce en cierta forma la infidelidad emocional, en gran medida todavía se conserva la visión original por lo impreciso que resulta ser este concepto.

Incluso con respecto a los comportamientos físicos, no está tan claro qué comportamientos constituyen infidelidad. Algunas conductas físicas, como abrazar, pueden considerarse «ambiguas» toda vez que algunas personas perciben los abrazos como infidelidad, mientras que otras no. Generalmente, las conductas sexuales extradiádicas se consideran el indicativo más universal de infidelidad. Que un comportamiento se perciba como infidelidad puede depender de las personas involucradas y de la situación. En algunas ocasiones, la pareja no está de acuerdo sobre qué constituye una infidelidad. Uno de los miembros de la pareja puede creer que no ha cometido ninguna infracción, mientras que el otro puede percibir que sí se ha producido una falta. Varias investigaciones señalan que es más probable que las personas etiqueten el comportamiento de su pareja como de infidelidad y menos probable que etiqueten el propio en la misma situación de la misma forma.

Así que la pregunta de qué constituye una infidelidad es sumamente difícil de contestar. Desde el “like” en Facebook o el “fueguito” en Instagram a una dama en bikinis por parte de un hombre hasta el consumo de pornografía o la mirada indiscreta a las nalgas de una mujer que le pasa por el lado, han sido acciones catalogadas por muchas mujeres como infidelidad. Y muchas de las que estarán leyendo este artículo exclamarán casi al unísono “¡Pues claro!” Sin embargo, un hombre dificilmente catalogará como infiel a una mujer que observe pornografía o que le mire las nalgas a un hombre que le pase por el lado (¡Sí, las mujeres también le miran las nalgas a los hombres!). Y, otra vez, muchas mujeres que estén leyendo este artículo tal vez exclamarán “¡Pues claro, si de seguro él está haciendo lo mismo!” La realidad es que el género de la persona influye grandemente en lo que se percibe o no como infidelidad.

La infidelidad emocional es un concepto sujeto a múltiples interpretaciones. En teoría, un individuo podría cometer infidelidad emocional al enamorarse, salir a una cena romántica o darle regalos románticos a alguien fuera de su relación primaria, sin nunca tener contacto físico-sexual con esta persona. La infidelidad emocional, especialmente los comportamientos románticos, y el apoyo financiero, pueden ser más ambiguos que la infidelidad física, con opiniones más divididas de si se considera o no infidelidad. No sólo son ambiguos los actos específicos que comprenden la infidelidad emocional, sino que las personas también juzgan si un comportamiento es infiel desde la perspectiva emocional de manera diferente en función de si fueron ellas o sus parejas quienes llevaron a cabo esa acción. O sea, las personas tienden a juzgar sus propios comportamientos potencialmente infieles desde la perspectiva emocional con menos dureza que los de sus parejas, y las personas religiosas en particular son más propensas a creer que ciertos actos de sus parejas constituyen infidelidad emocional cuando esas mismas conductas realizadas por ellas mismas no lo son.

Como mencionáramos antes, la distinción entre infidelidad física y emocional puede tener una relación directa con el género de la persona. Según la teoría evolutiva, los hombres tienden a sentirse profundamente perturbados ante el hecho de que otro macho pudo haber «plantado» bandera y «marcado» su «territorio» a raíz de la infidelidad físico-sexual de su pareja. Mientras que las mujeres se sienten más molestas por la infidelidad emocional de su pareja, los hombres lo están más por los comportamientos físico-sexuales de éstas con otros hombres. Evolutivamente, se cree que esta diferencia está impulsada por las diferentes amenazas reproductivas y de inversión de recursos que plantean la infidelidad física y emocional. Teóricamente, un hombre tendría más miedo a la infidelidad físico-sexual por parte de su pareja porque esto podría dar lugar a que ella dé a luz a un niño que no es biológicamente suyo, lo que puede resultar en que él invierta recursos valiosos en una criatura que no lleva su propio ADN. Una mujer tendría más miedo a la infidelidad emocional por parte de su pareja porque esto podría hacer que sea menos probable que éste invierta recursos con ella y sus hijos. Esta diferencia está respaldada por múltiples estudios que encuentran que, cuando se ven obligadas a elegir, las mujeres generalmente consideran más perturbadora la infidelidad emocional de su pareja, mientras que los hombres generalmente consideran más perturbadora la infidelidad físico-sexual.