Cambios en la relación con la llegada de hijos e hijas

Al tiempo que la pareja podría estar lidiando con conflictos relacionados a la desilusión, al manejo de las finanzas, a las responsabilidades de las labores domésticas, entre otros, podrían también sobrevenir conflictos relacionados con la llegada de los hijos e hijas a la relación. Aunque muchas veces planificados, la realidad es que numerosas parejas entran a esta etapa a raíz de embarazos inesperados, tratamientos para la infertilidad posiblemente traumáticos o por otras circunstancias fuera de su control.

Aún así, lo cierto es que uno de los sueños más comunes en personas que forman una relación de pareja es el de formar una familia, ya sea por aspiraciones personales o por demandas socioculturales. Sin embargo, la investigación científica nos muestra que la felicidad en la relación de pareja no aumenta con la llegada de los hijos e hijas. De hecho, The Gottman Institute descubrió que dos tercios de los matrimonios experimentan una disminución de la felicidad en los primeros tres años después de tener un bebé. En este sentido es importante reconocer cómo pueden cambiar los roles una vez sobrevienen la paternidad y la maternidad, y cómo esto puede hacer sentir tanto a la madre como al padre.  La llegada de un primer bebé puede significar que dos personas que eran las más importantes en la vida del otro ahora tengan una tercera persona (o más en caso de gemelos o múltiples) muy importante en quien pensar. Algunos padres y madres encuentran difícil esta transición y luchan con el hecho de que ya no están en la mente de su pareja como lo estaban antes. La pareja puede sentirse marginada cuando la madre se concentra en su hijo y, máxime, cuando ésta constantemente exclama “¡Mis hijos son lo primero!” Del mismo modo, algunas mujeres pueden sentir que desaparecen mientras todos se concentran en el nuevo bebé. No importa cuanta satisfacción le pueda proporcionar, la madre puede sentir que su papel es simplemente cuidar y alimentar al bebé en lugar de ser una pareja o una persona por derecho propio.

El cambio de una pareja a una familia de tres, o posiblemente más, puede ser una de las mayores transformaciones a las que te enfrentas cuando te conviertes en padre o madre. Uno de los factores más importantes que provoca tensión y problemas en las relaciones después del parto es el cansancio. La falta de sueño puede tener un gran impacto en la vida cotidiana. Los nuevos padres y madres también suelen tener poco tiempo disponible para cualquier otra actividad que no se relacione con el cuidado de los hijos e hijas. Las horas que antes se dedicaban a socializar, relajarse y realizar tareas domésticas pueden reducirse drásticamente, y esto podría cambiar la dinámica de cualquier relación.

El dinero, o la falta de él, también puede ser una causa de estrés para las parejas. El advenimiento de nuestros miembros en la familia conlleva nuevos gastos, en ocasiones no anticipados.  Para muchos padres y madres primerizos, adaptarse a una vida con ingresos reducidos o un solo salario puede resultar especialmente difícil. A menudo, hay problemas emocionales que se añaden a las disputas monetarias, como la pérdida de independencia financiera o sentir la presión de tener que mantener a la familia. Por otro lado, a raíz de la situación financiera, las mamás y los papás pueden experimentar problemas de salud mental, como depresión o ansiedad, que pueden tener un gran impacto en el bienestar de la relación.

El lado físico de una relación también puede cambiar dramáticamente debido al agotamiento físico que mencionáramos antes, al tener que lidiar con las exigencias de la vida con un recién nacido. Puede llevar tiempo volver a tener ganas de tener relaciones sexuales después del nacimiento, sobre todo en el caso de las madres. Luego, sobreviene el asunto de los estilos de crianza. Algunos padres descubren que tienen puntos de vista diferentes sobre la crianza de los hijos, lo que puede causar conflictos agregados. Puede resultar fácil para uno de los padres convertirse en el «experto» en asuntos de crianza y socavar la confianza del otro.

El conflicto entre padres y madres ocurre en todas las relaciones y, a veces, puede provocar sentimientos de ira, incluso ira extrema, en la pareja. El conflicto entre padres y madres puede significar muchas cosas y, a menudo, puede tomar la forma de discusiones ruidosas que escalan con gran facilidad. Una característica común del conflicto entre padres y  madres es que cada persona culpa a la otra por lo que sucede. Y, como si eso fuera poco, a veces puede desarrollarse rivalidad entre ellos por la atención y el amor de sus hijos.

En las relaciones heterosexuales, los roles de género tradicionales pueden entrar en juego de forma consciente e inconsciente. Las mujeres pueden verse sobrecargadas con las tareas domésticas y el cuidado de los niños cuando habían imaginado una división del trabajo más equitativa. Si su pareja está amamantando, los hombres pueden sentirse inseguros de cómo participar y podrían aceptar rápidamente que ser el sostén económico de la familia es la mejor o quizás la única forma efectiva en que puede contribuir. Si esta mentalidad no se cuestiona, puede evolucionar y moldear la vida familiar a largo plazo.

Las parejas también pueden sentirse tan cautivadas por sus hijos e hijas que hasta suspenden el cuidado de su relación y se dicen a sí mismos que eso está bien por el bien de sus pequeños. Con frecuencia ni tan siquiera aceptan ponerlos al cuidado de otras personas mientras asisten a sus trabajos o a otros compromisos donde no es adecuado llevar a la criatura; temen que los vayan a dañar, que se vayan a criar con valores ajenos o simplemente no toleran alejarse de ellos por algunas horas. Podrían pasar meses o incluso años sin citas nocturnas, vida sexual o dormir en la misma cama, o peor aún, con el infante durmiendo en la cama en medio de ellos. Los problemas y resentimientos pueden quedar en “status quo” cuando deberían ventilarse y resolverse. Pueden decirse que las cosas mejorarán cuando los niños sean mayores o cuando comiencen la escuela, pero si tienen más de un hijo, esto podría significar que los problemas no se abordarán durante muchos años, y se agravarán con el tiempo, y la pasión se mudará de casa.

Estas tres recomendaciones podrían ponerte en posición de afrontar esta situación adecuadamente:

  • Nutre tu relación pasando tiempo juntos. Aunque puede ser más fácil decirlo que hacerlo, no hagas que todo en tu relación gire en torno a la maternidad y la paternidad. Necesitan tener tiempo para volver a conectarse con el motivo por el que están juntos y lo que tiene de especial y diferente su relación. El tiempo juntos puede ser tan simple como una cita nocturna en el sofá una vez a la semana, siempre y cuando uses ese tiempo para hablar de cualquier cosa menos de los niños, esto será un buen ancla en tu relación.
  • Respétense unos a otros en sus nuevos roles. Informarse periódicamente sobre el aprendizaje, las diferentes ideas y los enfoques de la crianza de los hijos e hijas es una parte saludable de desarrollar juntos sus habilidades de crianza. Intenta ser flexible y ofrézcanse mutuamente ideas para considerar en lugar de reglas a seguir. Reconozcan que uno de los dos podría tener más conocimiento sobre lo que funciona para los niños debido al papel que desempeña con ellos. Es importante ser respetuoso con esa información por el bien de los propios niños. Sin embargo, el portador de ese conocimiento debe permitir que el otro padre encuentre también su propio estilo y enfoque de crianza. Quizás surjan nuevos conocimientos e ideas que podrían ser útiles para todos. Los niños son bastante adaptables siempre que no reciban mensajes contradictorios ni vean una lucha de poder entre sus padres y madre.
  • Céntrate también en tu cuidado personal. A menudo, el cuidado personal es lo último en la lista de los padres y madres ocupados. Los niños y el trabajo son la primera prioridad, seguido por las obligaciones domésticas, y luego, tal vez, vendría el cuidado personal. Sin embargo, si dedicas un poco de tiempo a ti mismo, te irá mejor en todas las demás áreas. Mantenerse en contacto con amigos, darse un baño largo o una visita rápida al gimnasio son formas eficientes de tiempo que podrían marcar una diferencia sustancial en tu moral. Para ello obtén ayuda si es necesario. Este es un momento en el que amigos y familiares estarán dispuestos a ayudar, así que comunícate. También es importante incorporar una niñera confiable a tus recursos de apoyo.
Concluyendo, los adultos de las familias más exitosas no descuidan los problemas matrimoniales. Se comprometen a pasar tiempo juntos como pareja y a trabajar juntos para resolver cualquier malentendido, celos o conflicto. Se comprometen a comunicarse, elogiarse y perdonarse unos a otros; intentan entenderse; y examinan rutinariamente su relación y cómo se puede mejorar. A veces los niños son una excusa conveniente para no afrontar dificultades matrimoniales graves. Los padres pueden pensar: «Los niños requieren mucha de nuestra atención ahora; una vez que crezcan, tendremos mucho tiempo para hablar sobre los problemas que tenemos en nuestra propia relación». Pero esa es una receta para el desastre matrimonial y parental. Los problemas tienden a empeorar con el tiempo, y una vez que sus hijos crezcan, es posible que no tengan muchos cimientos sobre los cuales construir, si es que todavía están juntos. Así que no permanezcas en la zona de confort al permitir que los problemas persistan sin intentar resolverlos.