La historia de la sortija de compromiso

Sin duda las sortijas de compromiso siguen siendo la forma más efectiva de alagar a la pareja; significa que de los miles de millones de personas que hay en la tierra, tu pareja siente que eres con quien quiere pasar el resto de su vida.

Las sortijas de compromiso representan un símbolo importante en las relaciones formales y han actuado, históricamente, como una representación del amor, el compromiso y un matrimonio inminente.

El ritual del compromiso, por lo tanto, es a la vez simbólico y muy práctico. Ya sea que el matrimonio sea por elección o por arreglo, un compromiso exitoso proporciona una base espiritual y financiera para las parejas. Un compromiso y una sortija de compromiso envían un fuerte mensaje sobre la monogamia y la dedicación a una relación.

En todas las culturas, el compromiso se remonta a miles de años atrás. Los estudiosos creen que los egipcios iniciaron la tradición de entregar sortijas de compromiso. Posteriormente, griegos y romanos adoptaron la costumbre de ofrecer este tipo de sortija como símbolo de promesa matrimonial. En diversas religiones precristianas, se utilizaba una simple corona de juncos entrelazados o un pequeño anillo tejido con el cabello del prometido para representar el compromiso futuro.

Así que como tantas costumbres actuales, las sortijas de compromiso se remontan a muchas culturas, especialmente a la Antigua Roma. Las mujeres romanas usaban anillos de marfil, pedernal, hueso, cobre y hierro “para afirmar el amor mutuo y la obediencia”. Estos humildes anillos no llevaban diamantes, pero se usaban en lo que ahora llamamos dedos anulares. Esta tradición se originó en la antigua creencia romana de que el anular de la mano izquierda tenía una «vena del amor» que se adhería al corazón. No fue hasta el año 850 d. C. que a la sortija de compromiso se le dio un significado oficial, cuando el Papa Nicolás I declaró que esta pieza de joyería representaba la intención de un hombre de casarse. Durante este tiempo, las novias romanas recibían dos sortijas para anunciar su compromiso y matrimonio. Las mujeres de clase media y baja a menudo recibían un anillo simple de hierro y uno de oro. Las mujeres de clase alta, especialmente aquellas que se casaban con hombres en el gobierno romano, recibían sortijas más elaboradas para usar en público. Estas sortijas a menudo tenían una banda de oro más ancha y a veces estaban adornadas con grabados, marfil tallado o pequeñas piedras preciosas sin pulir. A finales del Reino Visigodo los compromisos eran reconocidos oficialmente por el gobierno y según el Código Visigodo, una vez entregado y aceptado un anillo de compromiso, el compromiso de casarse no podía romperse bajo ninguna circunstancia.

En el siglo XV, las sortijas de compromiso comenzaron a encarnar el simbolismo de unidad entrelazada que conocemos hoy. Fue entonces cuando los anillos “gimmel”, o anillos compuestos por tres bandas conectadas, ganaron popularidad. Esta pieza comenzaría como anillos individuales, uno usado por cada integrante de la pareja comprometida, y el día de la boda, los dos anillos se conectarían con un tercero (el anillo de bodas) y la nueva novia los usaría como su conjunto de anillos de bodas.

No fue hasta 1477 que se registró por primera vez en la historia una sortija de compromiso de diamantes. Fue regalado a María de Borgoña por el archiduque Maximiliano de Austria.

En 1600, las sortijas de ramillete de plata se hicieron populares. Esta sortijas solían tener grabado en el interior un breve poema de amor o una balada. A veces se cambiaban por sortijas de oro durante la ceremonia nupcial.

A mediados del siglo XVII, los puritanos de Inglaterra renunciaron a los anillos de compromiso porque creían que los anillos mostraban un compromiso con el clero o la irreligión. Los puritanos en realidad consideraban pecado el uso de cualquier joya y trajeron esa creencia consigo cuando colonizaron los EE. UU. En lugar de anillos de compromiso o de boda, los puritanos usaban dedales. Luego en la historia, las nuevas novias cortaban la parte inferior del dedal y lo usaban como anillo de bodas.

En 1840, las sortijas de compromiso con diamantes llegaron a Estados Unidos. Aun así, no se convirtieron en la norma hasta la década de 1930, muchos años después de que el descubrimiento de diamantes en Sudáfrica en 1867 provocara un aumento de la oferta.

Aproximadamente desde 1890 hasta 1930, los diamantes de talla antigua europea fueron una opción popular para las sortijas de compromiso. Estos diamantes tallados a mano se originaron en Europa y ahora se ven a menudo en muchos anillos antiguos. En la década de 1920, las sortijas de compromiso comenzaron a seguir un estilo más bien Art Déco, que incluía piedras preciosas de colores como zafiros, esmeraldas y rubíes en lugar de diamantes.

En 1940, las sortijas de compromiso con diamantes se habían vuelto mucho más comunes; de hecho, eran una de las piezas de joyería más populares que existía. Y en 1947, De Beers lanzó una campaña de mercadeo que las hizo aún más buscadas. Introdujeron su icónica frase publicitaria de «un diamante es para siempre» y también comenzaron a solicitar a las celebridades que usaran diamantes con regularidad. Para ese entonces los diamantes no eran sólo un símbolo de romance, sino que también eran vistos como obras de arte.

Una vez que los diamantes se convirtieron en la norma para las sortijas de compromiso, diferentes cortes estuvieron de moda en diferentes momentos. En la década de 1960, después de que Elizabeth Taylor estrenara un enorme diamante de talla Ascher, los estilos exagerados se convirtieron en una opción popular. En la década de 1970, muchos diamantes únicos y geométricos ocuparon un lugar central, y ese fue también el momento en que los diamantes de talla princesa se convirtieron en una gran tendencia. El oro amarillo era el metal favorito en la década de 1980, y en la década de 1990 surgieron los diamantes de talla redonda y los diseños más minimalistas.

En la actualidad

Como vimos, llevar una sortija de compromiso tiene una larga tradición que se remonta a la antigüedad. Hoy en día se ha convertido en uno de los símbolos románticos más apreciados por las mujeres. En la actualidad, la sortija de compromiso, la mayor parte del tiempo, representa una promesa de matrimonio; simboliza la devoción y la dedicación a la persona amada. La forma del anillo ya indica su significado: es circular -sin principio ni fin- por lo que se ha convertido en un símbolo universal del amor eterno y la fidelidad. Debido a que las relaciones son difíciles, hoy en día las sortijas de compromiso brindan una sensación de seguridad y confianza no sólo en la pareja, sino en la continuidad de la relación. Sin duda las sortijas de compromiso siguen siendo la forma más efectiva de alagar a la pareja; significa que de los miles de millones de personas que hay en la tierra, tu pareja siente que eres con quien quiere pasar el resto de su vida. Hay quienes consideran que no hay gesto de amor más dulce que la sortija de compromiso.

La historia de la terapia de pareja

Hoy día está claramente establecido que la terapia de pareja y la terapia de familia son modalidades terapéuticas completamente distintas, representando la primera una disciplina altamente especializada con sus propios enfoques teóricos.

Se ha observado en la historia que las parejas han buscado ayuda especializada sobre relaciones de pareja desde la década de 1930. Sin embargo, la forma en que se ha buscado y proporcionado esta ayuda ha cambiado drásticamente a lo largo del tiempo. Inicialmente, las parejas en dificultades contactaban a sus ministros o clérigos a principios del siglo XX (muchos todavía lo hacen) y principalmente se les daba educación sobre la importancia del matrimonio desde un punto de vista religioso. Sin embargo, en la década de 1930, los profesionales comenzaron a establecer instalaciones más específicas que denominaron institutos de “consejería matrimonial”. En estos institutos, se brindaban servicios de consejería; sin embargo, estas sesiones no eran facilitadas por terapeutas especializados en conducta humana, sino por obstetras, ginecólogos y “educadores de vida familiar”. A pesar de este movimiento progresista en el campo de la terapia de pareja en la década de 1930, la literatura refleja que este progreso se detuvo durante aproximadamente cuarenta años, probablemente como resultado de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial.

La terapia de pareja comenzó a progresar una vez más en la década de 1970 al mismo tiempo que la terapia familiar, lo que significaba que las parejas no eran vistas habitualmente solas respecto de su matrimonio, sino como una unidad familiar. No fue hasta 1986 que la terapia de pareja fue reconocida por sí sola, momento en el que investigadores y clínicos comenzaron a examinar activamente este tipo de terapia. La terapia de pareja ha logrado avances significativos en el último siglo; sin embargo, todavía es un campo relativamente joven y necesita desarrollo y avances.

En la actualidad

Hoy en día, la terapia de pareja se ha convertido en una forma de terapia importante y ampliamente difundida. Aunque hubo un tiempo en el que era más bien una «idea» en el campo de psicoterapia, consistiendo principalmente de métodos derivados de la terapia individual o familiar y adaptados a las díadas, la terapia de pareja ha evolucionado hasta convertirse en una forma de tratamiento que se sostiene por sí misma, se practica ampliamente y tiene sus propios métodos distintivos. Hoy día está claramente establecido que la terapia de pareja no es terapia de familia, representando una disciplina altamente especializada con sus propios enfoques teóricos. Una encuesta sobre las predicciones en las prácticas futuras en psicoterapia mostró que la terapia de pareja es el formato terapéutico que probablemente logrará el mayor crecimiento en la próxima década y esta proyección parece haberse confirmado.

La terapia de pareja es un campo en constante evolución. Existen principios de la terapia de pareja que trascienden la orientación teórica, al igual que varios enfoques específicos que son ampliamente difundidos destinados a reducir la angustia y mejorar la calidad de la relación. Aunque persisten vínculos de conexión tanto teórica como técnica con diversos métodos de terapia individual y familiar, el campo ahora incluye un conjunto distintivo de enfoques destacados, basado en un enorme cuerpo de investigación centrada en las relaciones íntimas y ofrece un marco sustancial de conocimientos empíricos que respalda la eficacia y efectividad de las intervenciones. Por lo tanto, ha quedado muy claro que una intervención eficaz con las parejas requiere su propio conjunto de teorías, enfoques y métodos anclados en la ciencia.

Como conclusión, podemos decir que un factor que impulsa la prominencia de la terapia de pareja es la evolución de las expectativas de las personas respecto de lo que desean para sus relaciones. Mientras que antes la miseria relacional era simplemente tolerable, hoy en día las parejas tienen expectativas mucho más altas y ven la terapia como el camino hacia una mejor calidad de vida.