Por primera vez en la historia, las mujeres de clase media no necesitan a los hombres de la forma tradicional – para seguridad, para dinero, para una vida. En lugar de eso, éstas demandan lo que siempre quisieron, pero que no podían exigir: conexión emocional, presencia, intimidad, sexo con preliminares adecuados, suficiente seducción y cercanía suficiente como para complacerlas. Los hombres están perplejos no sólo porque las necesidades que se les están requiriendo llenar difieren de lo que sus padres y abuelos entendían que era su trabajo, sino también porque una verdadera intimidad requiere fortalezas y destrezas que nunca aprendieron. Todavía más… son fortalezas y destrezas que en un tiempo eran exclusivas de las mujeres: los hombres no tenían que desarrollarlas. Este desequilibrio producto de la maduración podría estar contribuyendo a la desconfianza entre los amantes de todas las edades.