Con frecuencia encontramos que el tema del consumo de alcohol por parte de uno o ambos cónyuges surge de manera espontánea y consistente durante las sesiones de terapia, y aún así el o los cónyuges suelen mostrarse aprensivos ante la idea de que pueda existir un problema de dependencia o de uso de alcohol en la relación. En nuestra práctica profesional, hemos notado que las personas tienden a privilegiar el uso del canabis, el uso del alcohol y el uso de las redes sociales y las aplicaciones de mensajería (lo que personalmente he denomiando como el “big trio”) por encima de su relación de pareja. O sea, de encontrarse en un “catch 22″ donde se vean obligados a escoger entre el “big trio” o su relación de pareja, tienden a escoger el primero. En repetidas ocasiones la afirmación “Qué ella sepa que no voy a dejar de tomar” ha surgido en procesos terapéuticos que hemos conducido, y aún así quien realiza esta afirmación niega que pueda existir algún problema de adicción. Asimismo, en terapia los cónyuges podrían advenir en conocimiento de que sus continuas discusiones comúnmente se dan en un contexto de bebida de alcohol, así como también los episodios de agresiones. Es necesario señalar que en casos de adicciones, los adictos siempre colocan su adicción primero. ¿Por qué esta resistencia y cuáles son las implicaciones de esta situación en el funcionamiento de una relación de pareja? ¿En qué es distinta la adicción al alcohol del resto de las adicciones?
La realidad es que hay quienes afirman que existen aparentes efectos positivos en el consumo de alcohol, que incluyen principalmente reducción temporal del estrés y la ansiedad, mayor sociabilidad y una posible, aunque incierta y debatida, disminución del riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y otras enfermedades crónicas cuando se consume en cantidades leves a moderadas. Algunos académicos de renombre afirman que el alcohol puede mejorar temporalmente el estado de ánimo, y reducir la tensión y la timidez, especialmente en entornos sociales.
El consumo de alcohol es legal en Puerto Rico y los EE. UU. y el hecho innegable es que la mayoría de los estadounidenses lo consume con regularidad. En algunos círculos sociales, incluso, podrían cuestionar al no bebedor por su decisión de no consumir alcohol. Hay incontables anuncios de alcohol en vallas publicitarias, televisión, radio, revistas e internet. Las compañías de bebidas alcohólicas gastan mucho dinero en publicidad, intentando hacer que el beber se perciba como glamuroso y divertido. Con el alcohol tan fácilmente disponible en casi todas las ciudades de Estados Unidos, es fácil olvidar lo dañina y adictiva que es esta práctica. Infortunadamente, quien quiera dejar de beber tiene una tarea difícil por delante debido a la intensa sociabilidad del alcohol y a que éste no necesariamente le requiere al adicto una dosis diaria o continua. El alcohol mata a 2,6 millones de personas en todo el mundo cada año, muchas más muertes que las causadas por las drogas ilegales.
Razones comunes para la falta de conciencia
Las personas con problemas de uso de alcohol pueden no creer que tienen una adicción debido a la negación, un potente mecanismo de defensa que les impide reconocer su problema. Otras razones incluyen el desarrollo de tolerancia funcional, que les permite beber en exceso sin mostrar signos de intoxicación, la creencia de que su problema no es lo suficientemente grave como para ser llamado «adicción» y la idea social errónea de que «consumir en exceso» no es lo mismo que un trastorno por uso de alcohol o una conducta de dependencia. La realidad es que las personas pueden creer que no tienen una «adicción» porque su conducta, tal vez, no se ajusta a los estereotipos del alcoholismo grave. Aún podrían mantener funcionales algunos aspectos de su vida, como el ir a trabajar, lo que ven como una prueba “fehaciente” de que no son realmente adictos. El término «alcohólico funcional» describe a alguien que bebe en exceso, pero que aún puede gestionar sus responsabilidades diarias, lo que puede fomentar una sensación de control y ocultar la naturaleza problemática de su consumo. La falta de percepción del problema como problema reduce significativamente la motivación para buscar ayuda o tratamiento. La negación y la falta de autoconciencia pueden ser increíblemente frustrantes para el cónyuge que presencia la situación, pero no logra persuadir a la persona para que busque ayuda.
El consumo de alcohol y su impacto en la relación de pareja
Por más que en terapia se les trate de explicar, las personas simplemente tienden a no ver la relación entre estas variables. Pero sí la hay. Una razón para esta asociación puede incluir el aumento del estrés en la relación cuando uno de los miembros de la pareja se involucra en un consumo peligroso de alcohol. Debido a que el consumo desmedido de alcohol se asocia con un mayor riesgo de participar en una variedad de comportamientos peligrosos, como conducir en estado de ebriedad, violencia de pareja y consumo de drogas ilícitas, las parejas en relaciones románticas pueden ponerse en riesgo a sí mismas y a su pareja cuando beben en exceso, lo que a su vez puede afectar negativamente el funcionamiento de la relación. Además, la preocupación por las consecuencias negativas del consumo excesivo de alcohol y el bienestar de la relación puede llevar a las parejas diádicas a experimentar intercambios negativos más frecuentes (por ejemplo, discusiones) y afecto negativo hacia el cónyuge. En general, estos resultados negativos asociados con el consumo peligroso de alcohol pueden colocar a las personas que beben en exceso en mayor riesgo de disfunción en la relación.
Además del mayor riesgo de disfunción relacional que genera el consumo de alcohol, los bebedores también pueden ser menos propensos a involucrarse activamente en el mejoramiento de su relación por diversas razones. En primer lugar, los bebedores pueden no valorar tanto la salud o el bienestar de sus relaciones íntimas, porque en realidad valoran más otras cosas. En segundo lugar, las personas que beben en exceso pueden recurrir al alcohol en momentos de estrés o problemas relacionales como forma de lidiar con experiencias desagradables, y así dirigir su atención a medicar el afecto negativo a través la bebida en lugar de trabajar activamente para mejorar su relación. Esta automedicación puede desviar la atención de los problemas experimentados en una relación disfuncional y reducir la motivación para trabajar activamente por mejorarla. Este aumento en el consumo de alcohol puede provocar una mayor frecuencia o intensidad de interacciones negativas como la violencia física y la agresión verbal. Por lo tanto, si bien el consumo excesivo de alcohol puede generar mayores riesgos de problemas de pareja, también puede impedir que las personas participen activamente en el proceso de cambio para resolver los mismos.
Así las cosas, es necesario clarificar que la presencia de cualquier tipo de adicción, incluyendo el uso y abuso del alcohol, imposibilita que se pueda conducir cualquier tipo de procedimiento terapéutico con la pareja. Los problemas de adicción o de posible adicción deben ser resueltos previo a intentar este recurso terapéutico.
Señales de alarma
Si usted y/o su pareja bebe alcohol, estas son algunas de las señales de que su consumo podría estar afectando la relación:
- Distanciamiento. Usted y/o su pareja no está emocionalmente disponible, se distancia emocionalmente o se distancia de la relación.
- Agresiones físicas. Las probabilidades son altas de que una persona con problemas de uso de alcohol se torne físicamente agresiva.
- Aumento en conflictos. La relación experimenta un aumento de conflictos, desacuerdos y peleas.
- Cambios de la conducta social. Usted y/o su pareja pasa más tiempo en situaciones sociales donde hay alcohol.
- Disfunciones sexuales. Usted y/o su pareja presenta disfunciones sexuales, tales como problemas de erección, problemas con la excitación, disminución del deseo, insatisfacción con los orgasmos o incapacidad para alcanzarlos.
- Falta el dinero. La relación experimenta problemas financieros.
- Cambian las prioridades. Para usted y/o su pareja el alcohol se vuelve más importante que la relación.
- Cambios en la personalidad. Usted y/o su pareja se convierte en una persona diferente cuando bebe.
- Deshonestidad. Usted y/o su pareja es deshonesto en cuanto a sus hábitos de consumo de alcohol.
- Aislamiento. Usted y/o su pareja ha reemplazado ciertas actividades que antes disfrutaba (como compartir en pareja, con amistades o en familia) con el alcohol.
Conclusión
En definitiva, va a ser difícil que un adicto acepte que tiene una adicción, al igual que va a ser difícil que alguien que tiene problemas con el uso y abuso del alcohol muestre intenciones de parar su consumo. El alcohol daña y/o mata las relaciones románticas al dificultar la comunicación, alterar el estado de ánimo y provocar comportamientos como la negligencia emocional, el aumento de los conflictos y la inestabilidad financiera. El consumo excesivo de alcohol puede hacer que las parejas se sientan desconectadas, ignoradas o inseguras, lo que fomenta la desconfianza, el resentimiento y la ruptura del compromiso y el afecto. Este daño suele ser recíproco, creando un círculo vicioso donde los problemas de pareja y los problemas con el alcohol se agravan mutuamente. La gran mayoría de las consecuencias del consumo de alcohol son negativas, y las relaciones dañadas son una consecuencia común. Cualquier persona que esté lidiando con un trastorno por abuso de alcohol debe buscar ayuda profesional para adquirir las habilidades y herramientas de afrontamiento adecuadas para superar esta adicción. Es fundamental que la pareja responsabilice a su ser querido y lo apoye durante su recuperación sin intentar intervenir ni realizar la labor de terapeuta.