La historia de la pornografía

En las relaciones de pareja son conocidas las objeciones que comúnmente tienen las mujeres a que sus parejas consuman pornografía. Las razones para estas objeciones son variadas y van desde la implicación de una supuesta infidelidad hasta razones de carácter religioso. Es pertinente, por lo tanto, explorar la historia de la pornografía.

El sexo siempre ha desempeñado un papel muy importante para los seres humanos y sus relaciones de pareja. Lo que la gente hace sexualmente siempre ha sido motivo de curiosidad y de interés para muchos.

Así las cosas, la pornografía a menudo se presenta como uno de los males de la sociedad actual. También, se presenta como supuesta evidencia de la decadencia moral moderna que nos llega a través de las cámaras y/o el acceso a la banda ancha o Internet.

Resulta que los tiempos modernos no tienen nada que ver con el pasado en matería de pornografía. La pornografía existió mucho antes que el video o, incluso, la fotografía, y muchos investigadores creen que la evolución de los seres humanos predispuso al «homo sapiens sapiens» a la excitación visual, porque después de todo, es mucho más fácil transmitir tus genes si te excita ver a otros humanos desnudos. Se mire como se mire, la diversidad de materiales pornográficos a lo largo de la historia sugiere que los seres humanos siempre han estado interesados en imágenes sexuales.

El eroticismo en la historia

La definición de «pornografía» es subjetiva. Después de todo, la Maja de Goya de un hombre es la ayuda para la masturbación de otro. Los investigadores en el área generalmente definen la pornografía como material diseñado única y exclusivamente para la excitación sexual, sin mayor mérito artístico.

Según ese estándar, las primeras representaciones eróticas conocidas de humanos podrían no ser porno en el sentido tradicional. Hace ya más de 30,000 años los pueblos del Paleolítico tallaban en piedra y madera figuras de mujeres embarazadas con pechos grandes y muslos gruesos. Sin embargo, los arqueólogos dudan que estas figurillas estuvieran destinadas a la excitación sexual, sino más bien iconos religiosos o símbolos de fertilidad.

Avanzando rápidamente en la historia, los antiguos griegos y romanos crearon esculturas públicas y frescos que representaban la homosexualidad, los tríos sexuales, la felación y el «cunnilingus» (práctica de estimular oralmente la vulva femenina). En la India, durante el siglo II, el Kama Sutra era mitad manual sexual y mitad manual sobre relaciones de pareja. El pueblo Moche del antiguo Perú pintaba escenas sexuales en cerámica, mientras que a la aristocracia del Japón del siglo XVI le gustaba los grabados eróticos en madera.

Nacimiento de la pornografía

En el siglo XIX, la idea de la pornografía por la pornografía comenzó a difundirse. Las novelas eróticas se habían impreso en Francia al menos desde mediados del siglo XVII, pero la primera novela pornográfica completa en inglés conocida como «Fanny Hill» no se publicó sino hasta 1748. A pesar de las actitudes reservadas del público hacia el sexo en ese momento, las novelas pornográficas fueron populares. La autora de «Fanny Hill» logró cubrir temas de bisexualidad, voyeurismo, sexo grupal y masoquismo, entre otros. Ya en 1888, el autor anónimo de «My Secret Life» escribía sobre sexo con palabras sumamente gráficas.

Y así, la producción de material pornográfico siguió su curso con cada vez más auge. La tecnología impulsó la evolución de la pornografía. En 1839, Louis Daguerre inventó el daguerrotipo, una forma primitiva de fotografía, y casi de inmediato, los pornógrafos se apoderaron de la nueva tecnología.

La invención del vídeo siguió un camino similar. En 1896, los cineastas franceses produjeron material erótico con “clips” cortos y mudos como «Le Coucher de la Marie», en el que una actriz realizaba un “striptease”.  El sexo gráfico en las películas comenzó a aparecer después de 1900. Estas películas generalmente se proyectaban en reuniones exclusivamente masculinas y despedidas de solteros.

La pornografía se populariza

En la década de 1970 los cambios en las costumbres sociales abrieron la puerta a la exhibición pública de películas sexualmente explícitas. La Internet y la invención de la cámara digital redujeron tanto y tanto las barreras para la creación de pornografía que ahora sitios “web” enteros están dedicados exclusivamente a videos no profesionales o “amateurs”.

El avance tecnológico impulsó cambios en los tipos de actos sexualmente explícitos que se muestran en pantalla. Los hombres empezaron a consumir películas fetichistas que mostraban comportamientos sexuales específicos, a veces extraños o pocos convencionales. Un estudio de Carnegie Mellon de 1994 sobre la pornografía publicado en Bulletin Board Systems encontró que el 48 porciento de las descargas (“downloads”) estaban muy fuera de la corriente sexual principal, y representaban bestialismo, incesto y pedofilia. Menos del 5 porciento de las descargas, según este estudio, mostraban sexo vaginal.  Esto tal vez podría deberse a que las revistas y películas pornográficas cubrían el sexo tradicional y la gente buscaba en sus computadoras imágenes que no podían encontrar en otros lugares.

Hoy en día, la pornografía está en toda la Internet, pero el tamaño real de la industria es un misterio. No se llevan registros oficiales y pocos estudios han abordado el tema de la economía del porno. Independientemente de cuánto dinero se gane, la pornografía atrae la atención de muchos. Un estudio realizado en 2008 entre 813 estudiantes universitarios estadounidenses encontró que el 87 porciento de los hombres y el 31 porciento de las mujeres informaron haber consumido pornografía. El estudio fue publicado en el Journal of Adolescent Research.

Hoy día

Si bien la mayoría de la pornografía en Internet hoy en día no está al nivel de aquellas primeras imágenes, los críticos argumentan que la competencia entre pornógrafos ha llevado a un aumento en el dominio, la degracación y el abuso verbal de las mujeres representadas en películas hechas para hombres heterosexuales. Al analizar las películas pornográficas más vendidas, se puede notar que la agresión física y verbal están presentes en el 90 porciento de las escenas porno convencionales y las películas dirigidas por mujeres no tienen menos probabilidades de contener agresión que las dirigidas por hombres, según se reseña en un artículo de 2008 en la revista Psychology of Women Quarterly. Algunos estudios han concluido que las imágenes agresivas en la pornografía son perjudiciales para la vida sexual de las personas y ayudan a cimentar los estereotipos negativos sobre las mujeres. Otros estudios señalan que la pornografía, aunque no es una fuente confiable de educación sexual, sólo es una forma en que las personas exploran sus propios deseos y fantasías sexuales.

Concluyendo, los debates sobre la pornografía han estado en curso desde al menos la Era Victoriana y no es probable que cesen en el corto plazo. Tampoco es probable que la gente, en especial los hombres, deje de mirar fotografías de otras personas desnudas y material pornográfico.  A la mayoría de la gente le gusta tener relaciones sexuales y a un segmento sumamente amplio de la población le gusta ver a otras personas tener sexo, y eso es lo que ofrece la industria para adultos.

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La infidelidad, ¿qué es y por qué ocurre? | Parte I

La mayoría de la gente considera que la monogamia es la norma: casi el 99% de los participantes en un estudio representativo a gran escala informó que tenía la expectativa de que su cónyuge fuera sexualmente monógamo y el 99% de los participantes de esta misma investigación creía que su pareja esperaba exclusividad sexual en la relación. Podemos ver que las expectativas de exclusividad sexual en el matrimonio, la relación o la convivencia rara vez cambian; menos del 1% de las parejas heterosexuales que participó en este estudio informó que su pareja o cónyuge había cambiado sus creencias sobre la exclusividad sexual luego de establecida la relación. Además de creer que la monogamia es la norma, la mayoría de la gente ve la infidelidad de forma negativa. Según una encuesta de Gallup de 2017, el 88% de los estadounidenses cree que es moralmente inaceptable que hombres y mujeres casados tengan una aventura fuera de la relación.

A pesar de la visión negativa generalizada en la población sobre la infidelidad, ésta es común entre las personas y se ha asociado con la disolución de las relaciones y la tensión entre los cónyuges. Este fenómeno en psicología se conoce como hipocresía moral: defender algunos valores morales como correctos, pero no seguirlos en la práctica, sobre todo cuando se aplica a la propia persona. Un estudio representativo a nivel nacional encontró que el 23% de los hombres y el 11% de las mujeres en general, y el 34% de los hombres y el 19% de las mujeres en cohortes de mayor edad, informan haber tenido alguna vez relaciones sexuales extramatrimoniales. Estas cifras tienden a ser aproximaciones someras puesto que los estudios en materia de sexualidad tienden a proporcionar resultados o respuestas inexactas. Este tipo de investigación habitualmente se realiza utilizando cuestionarios autoreportados y, dado que la sexualidad humana tiende a intimidar a las personas por múltiples razones, la veracidad de lo que auto-informan podría ser altamente cuestionable. En lo referente a infidelidad, la forma en que los investigadores la definen vs. cómo los participantes la entienden puede influir en los resultados de un estudio. Asimismo, comúnmente no se mide el nivel de religiosidad de las personas que participan en estas investigaciones y esto es particularmente importante porque las personas religiosas tienden a tener dificultades para expresarse en materia de sexualidad de manera abierta, además tienen más probabilidades que las no-religiosas de creer que los actos ambiguos de sus parejas constituyen infidelidad, mientras que esos mismos actos realizados por ellos mismos no lo son. Por ejemplo, es más probable que las personas religiosas crean que el uso de pornografía siempre es moralmente incorrecto, y muchos de ellos pueden percibir el uso de pornografía en la relación como infidelidad.

Pero ¿cuál es la diferencia entre infidelidad, actividad sexual extramarital, participación sexual extradiádica, aventura sexual fuera de la relación y otros conceptos utilizados para describir este fenómeno?

El concepto “infidelidad” tiene sus raíces en la religión. La mayoría de las religiones enseñan que la infidelidad es dañina y moralmente incorrecta. Además, es más probable que las personas más religiosas experimenten fuertes sanciones contra la infidelidad en sus comunidades de fe. Los textos religiosos que son fundamentales para el judaísmo, el cristianismo, el islam y el hinduismo contienen pasajes que condenan la infidelidad. La Biblia hebrea proclama en sus Diez Mandamientos: «no cometerás adulterio». El Nuevo Testamento enseña contra la infidelidad tanto física como emocional, con las palabras de Jesús: «Todo el que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón», y la enseñanza de Pablo de que «los fornicarios […] adúlteros, ninguno de ellos heredará el reino de Dios». La palabra «infidelidad» se utiliza 25 veces en el Corán, que insta a «no te acerques al adulterio, porque en verdad es un gran pecado y un mal camino». El Vishnu Purana, un texto sagrado del hinduismo, afirma: «Aquel que comete adulterio es castigado aquí y en el más allá; porque sus días en este mundo se acortan, y muerto cae en el infierno». Además de las enseñanzas bíblicas contra la infidelidad y a favor de los matrimonios sexualmente exclusivos, los líderes religiosos generalmente enseñan públicamente sobre lo incorrecto de esta conducta de acuerdo con sus convicciones de fe. Sin embargo, las diferentes denominaciones religiosas varían en el grado en que condenan y castigan la infidelidad entre sus seguidores.

La psicología, como disciplina científica, trata este asunto desde una perspectiva enteramente laica. El empleo del concepto “infidelidad” en este artículo obedece al hecho de que es más entendible por las personas en general debido a su cercanía con la religiosidad.

¿Qué constituye una infidelidad?

Como mencionáramos, la psicología procura adherirse estrictamente a los principios científicos y observar la conducta desde una perspectiva laica, a menos que el dogma religioso sea lo que motive una investigación específica. Así las cosas, los investigadores científicos han utilizado múltiples términos para describir la infidelidad, a veces indistintamente, como: infidelidad, engaño, aventura sexual, sexo extramarital o extradiádico e involucramiento o participación extradiádica. Entonces existe un consenso en las ciencias en darle énfasis al aspecto físico y utilizar el concepto de sexo extramarital o extradiádico para referirse al fenómeno de la infidelidad.

Las definiciones conductuales de infidelidad varían ampliamente en la literatura y pueden incluir cualquier cosa, desde «relaciones sexuales», «sexo oral» y «besos» hasta «conexiones emocionales» fuera de una relación monógama. Aunque los comportamientos que se consideran infidelidad pueden variar, la infidelidad puede conceptualizarse ampliamente como comportamientos sexuales con una pareja extradiádica que, si la pareja en la relación primaria se entera de ellos, es probable que causen angustia o daño severos.

La infidelidad ha sido conceptualizada como «física» o «emocional», donde la física involucra relaciones sexuales o coito, besos u otros actos físicos, y la emocional que involucra sentimientos románticos, citas románticas, dar regalos y otros actos que no involucran contacto físico. Algunos científicos definen la infidelidad exclusivamente como comportamientos físicos sexuales con alguien que no sea la pareja primaria, como el coito, el sexo oral o los besos. A lo largo del estudio de la infidelidad, las definiciones y conceptualizaciones de este concepto han cambiado. Los primeros estudios sobre la infidelidad sólo tendían a enfatizar el aspecto físico al conceptualizarla como relaciones sexuales extramatrimoniales. En otras palabras, originalmente, para la ciencia una infidelidad era una conducta que involucraba una interacción físico-sexual entre dos personas fuera de su relación primaria. Aunque se reconoce en cierta forma la infidelidad emocional, en gran medida todavía se conserva la visión original por lo impreciso que resulta ser este concepto.

Incluso con respecto a los comportamientos físicos, no está tan claro qué comportamientos constituyen infidelidad. Algunas conductas físicas, como abrazar, pueden considerarse «ambiguas» toda vez que algunas personas perciben los abrazos como infidelidad, mientras que otras no. Generalmente, las conductas sexuales extradiádicas se consideran el indicativo más universal de infidelidad. Que un comportamiento se perciba como infidelidad puede depender de las personas involucradas y de la situación. En algunas ocasiones, la pareja no está de acuerdo sobre qué constituye una infidelidad. Uno de los miembros de la pareja puede creer que no ha cometido ninguna infracción, mientras que el otro puede percibir que sí se ha producido una falta. Varias investigaciones señalan que es más probable que las personas etiqueten el comportamiento de su pareja como de infidelidad y menos probable que etiqueten el propio en la misma situación de la misma forma.

Así que la pregunta de qué constituye una infidelidad es sumamente difícil de contestar. Desde el “like” en Facebook o el “fueguito” en Instagram a una dama en bikinis por parte de un hombre hasta el consumo de pornografía o la mirada indiscreta a las nalgas de una mujer que le pasa por el lado, han sido acciones catalogadas por muchas mujeres como infidelidad. Y muchas de las que estarán leyendo este artículo exclamarán casi al unísono “¡Pues claro!” Sin embargo, un hombre dificilmente catalogará como infiel a una mujer que observe pornografía o que le mire las nalgas a un hombre que le pase por el lado (¡Sí, las mujeres también le miran las nalgas a los hombres!). Y, otra vez, muchas mujeres que estén leyendo este artículo tal vez exclamarán “¡Pues claro, si de seguro él está haciendo lo mismo!” La realidad es que el género de la persona influye grandemente en lo que se percibe o no como infidelidad.

La infidelidad emocional es un concepto sujeto a múltiples interpretaciones. En teoría, un individuo podría cometer infidelidad emocional al enamorarse, salir a una cena romántica o darle regalos románticos a alguien fuera de su relación primaria, sin nunca tener contacto físico-sexual con esta persona. La infidelidad emocional, especialmente los comportamientos románticos, y el apoyo financiero, pueden ser más ambiguos que la infidelidad física, con opiniones más divididas de si se considera o no infidelidad. No sólo son ambiguos los actos específicos que comprenden la infidelidad emocional, sino que las personas también juzgan si un comportamiento es infiel desde la perspectiva emocional de manera diferente en función de si fueron ellas o sus parejas quienes llevaron a cabo esa acción. O sea, las personas tienden a juzgar sus propios comportamientos potencialmente infieles desde la perspectiva emocional con menos dureza que los de sus parejas, y las personas religiosas en particular son más propensas a creer que ciertos actos de sus parejas constituyen infidelidad emocional cuando esas mismas conductas realizadas por ellas mismas no lo son.

Como mencionáramos antes, la distinción entre infidelidad física y emocional puede tener una relación directa con el género de la persona. Según la teoría evolutiva, los hombres tienden a sentirse profundamente perturbados ante el hecho de que otro macho pudo haber «plantado» bandera y «marcado» su «territorio» a raíz de la infidelidad físico-sexual de su pareja. Mientras que las mujeres se sienten más molestas por la infidelidad emocional de su pareja, los hombres lo están más por los comportamientos físico-sexuales de éstas con otros hombres. Evolutivamente, se cree que esta diferencia está impulsada por las diferentes amenazas reproductivas y de inversión de recursos que plantean la infidelidad física y emocional. Teóricamente, un hombre tendría más miedo a la infidelidad físico-sexual por parte de su pareja porque esto podría dar lugar a que ella dé a luz a un niño que no es biológicamente suyo, lo que puede resultar en que él invierta recursos valiosos en una criatura que no lleva su propio ADN. Una mujer tendría más miedo a la infidelidad emocional por parte de su pareja porque esto podría hacer que sea menos probable que éste invierta recursos con ella y sus hijos. Esta diferencia está respaldada por múltiples estudios que encuentran que, cuando se ven obligadas a elegir, las mujeres generalmente consideran más perturbadora la infidelidad emocional de su pareja, mientras que los hombres generalmente consideran más perturbadora la infidelidad físico-sexual.