La institución del matrimonio monógamo surgió junto con la llegada de la agricultura hace unos 10,000 años, aproximadamente.
El matrimonio realmente no es una invención de la religión como muchas personas opinan, aunque la iglesia sí forma parte importante en esta historia. Vemos que en el antiguo Imperio Romano se practicaba el matrimonio monógamo. En ese sentido, en el cristianismo, debido a sus raíces en el judaísmo, practicaba la poligamia en la época clásica, pero se diluyó en la monogamia cuando se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano. Sin embargo, la otra religión abrahámica, el Islam, todavía practica la poligamia hasta el día de hoy. Así es que la monogamia tal como se practica en Occidente hoy día tiene sus raíces en la Antigua Roma. Quizás debido al espíritu democrático de la República Romana, la poliginia fue prohibida y la monogamia o el matrimonio monógamo fue la norma. Bajo este nuevo régimen, se esperaba que la mujer fuera exclusivamente monógama, mientras que para el hombre la monogamia era más una formalidad que una realidad.
Como hemos visto, la monogamia no es algo natural para los seres humanos; de hecho, es una creación bastante reciente. La institución del matrimonio monógamo surgió junto con la llegada de la agricultura hace unos 10,000 años, aproximadamente. Para ese entonces, los cazadores-recolectores no poseían tierras y tenían pocas posesiones de valor para transmitir a sus herederos. El surgimiento de la agricultura y la posesión de tierras por parte de las personas cambió todo eso; permitió por primera vez acumular riqueza duradera que podía transmitirse de una generación a otra. Así, el matrimonio se inventó ante todo como un acuerdo económico para mantener la propiedad familiar.
Una mujer siempre sabe que el hijo que está dando a luz es suyo, pero para el marido existe la duda siempre persistente de si la criatura es de él. La incertidumbre sobre la paternidad también fue un problema para los hombres en las sociedades de cazadores-recolectores, ya que podían estar proporcionando recursos para la descendencia de otro hombre. Sin embargo, lo que estaba en juego era algo mucho mayor en las sociedades agrarias, donde los hombres querían estar absolutamente seguros de que su riqueza iba a pasar a las manos de sus descendientes biológicos. Por lo tanto, se casaban y esperaban que las mujeres fueran exclusivamente monógamas, las cuales eran acompañadas en todo momento para garantizar que siguieran siéndolo. Sin embargo, la historia era diferente para los hombres, especialmente si eran lo suficientemente ricos como para mantener a la descendencia que surgiera de sus aventuras sexuales.
La abundancia de recursos que proporcionaba la agricultura también llevó al establecimiento de la institución de la poligamia, o un hombre con múltiples esposas. Por supuesto, se esperaba que cada esposa fuera exclusivamente monógama, pero el marido no sólo tenía relaciones sexuales con cada una de sus esposas, sino que también podía tomar concubinas y seducir a las sirvientas. Entre el campesinado, que constituía la mayor parte de la sociedad agrícola, los hombres también tendían a ser exclusivamente monógamos, pero sólo porque no podían permitirse una segunda esposa. Además, la práctica de la poliginia significaba que no habría entonces suficientes mujeres disponibles para que todos los hombres se casaran. Los hombres sin esposa normalmente se unían al ejército, donde satisfacían sus necesidades sexuales a través de prostitutas. En resumen, durante la era de la agricultura prevalecieron patrones variables de arreglos matrimoniales a corto y largo plazo tanto para hombres como para mujeres, dependiendo principalmente del género y la clase social de cada uno.
En la actualidad
El Occidente, con su herencia romano-cristiana, ha practicado el matrimonio monógamo durante más de dos milenios. En el pasado, a las mujeres sólo se les permitía tener relaciones sexuales con sus maridos, mientras que los hombres adinerados podían tener relaciones extramatrimoniales, pero con una salvedad: no tocar a las mujeres que «pertenecían» a otro hombre, es decir, las esposas e hijas de otros hombres ricos.
Durante todo este tiempo, y según mencionáramos antes, el matrimonio fue ante todo un acuerdo económico. Los matrimonios eran a menudo concertados por padres sin tener en cuenta los deseos de sus hijos. El propósito del matrimonio era doble: primero, consolidar la riqueza y, segundo, engendrar herederos a quienes transmitir esa riqueza. Por supuesto, en aquel entonces la gente todavía «se enamoraba», pero el enamoramiento se consideró una base demasiado inestable sobre la cual construir una unión económica duradera como un matrimonio.
Sin embargo, en el siglo XVIII y siglo XIX vemos el dilema del matrimonio por amor o por dinero como un tema común en la literatura occidental. Y en la primera mitad del siglo XX, la idea de que una futura pareja debería estar enamorada el uno del otro se había vuelto generalmente aceptada. Aún así, las expectativas matrimoniales eran bastante diferentes a las actuales. En primer lugar, había roles de género claramente establecidos para el marido y la mujer, por lo que no existía el estrés de negociar la responsabilidad de la crianza de los hijos, la provisión de ingresos y las tareas domésticas que afecta a los matrimonios modernos. En segundo lugar, las actitudes hacia el matrimonio eran diferentes. En particular, los cónyuges eran vistos como compañeros de vida, siendo el matrimonio conyugal sólo un componente dentro de una red social de relaciones mucho más amplia que incluía a familiares, amigos y diversas asociaciones dentro de la comunidad en general.
Los jóvenes de hoy tienen un estándar mucho más alto cuando se trata de un posible cónyuge o un futuro matrimonio, y no sólo quieren una pareja con quien pasar la vida. En cambio, quieren un alma gemela, la única persona que satisfará todas sus necesidades emocionales y relacionales.
Una segunda tendencia social relevante al matrimonio de hoy día es el movimiento gradual hacia la igualdad de género durante el último siglo. Los roles de género tradicionales de marido y mujer prácticamente han desaparecido. Muchas mujeres son ahora el principal sostén de su familia nuclear y algunos hombres los principales cuidadores de sus hijos. En lugar de contraer matrimonio sabiendo cuáles son los roles esperados, cada pareja tiene que negociar por sí misma cómo distribuir equitativamente las cargas del matrimonio.
Para cerrar este artículo, es importante señalar otro asunto relevante al matrimonio moderno: la fidelidad. En el pasado, sólo las mujeres tenían que ser exclusivamente monógamas, pero en el matrimonio actual se espera que tanto el hombre como la mujer compartan la carga de permanecer fieles. En otras palabras, el matrimonio moderno logra la igualdad de género al restringir la libertad sexual del hombre para ajustarse a las limitaciones tradicionalmente impuestas a la mujer. Por supuesto, la igualdad de género en el matrimonio también podría lograrse extendiendo la libertad sexual tradicional del hombre a la mujer, y ese es el tema resulta ser un tanto más controversial, incluso para las mismas mujeres.