Cada pareja debe tomar medidas preventivas para mantener la salud de la relación en óptimas condiciones. Este proceso es comparable con el de hacer ejercicios en un gimnasio. En terapia, las parejas trabajan sus «músculos» afectivos y relacionales de forma que se mantengan tonificados y fuertes. «Músculos» afectivos y relacionales débiles crean oportunidad para el deterioro y el daño a la relación.
Relación con el proceso de terapia
- La terapia de pareja ayuda a identificar las fortalezas ya presentes en la relación (apoyo mutuo, sentido del humor, proyectos compartidos), que muchas veces quedan opacadas por el conflicto cotidiano.
- Al poner en palabras lo que cada uno valora del otro, se refuerza el reconocimiento, la gratitud y la apreciación, pilares fundamentales de las relaciones románticas saludables.
- El proceso terapéutico invita a recuperar historias positivas de la pareja (cómo se conocieron, momentos significativos, retos superados), reforzando el sentido de identidad y resiliencia del vínculo.
- Se enseñan y practican rituales de conexión (tiempos de calidad, gestos de cariño, maneras de saludar y despedirse) que consolidan la cercanía y la sensación de “somos importantes el uno para el otro”.
- La terapia ayuda a transformar ciertas diferencias en recursos complementarios, de manera que en lugar de verse como “defectos”, se reconozcan como cualidades que enriquecen la relación.
- A través de ejercicios y tareas, la pareja desarrolla nuevas habilidades (comunicación, negociación, reparación tras el conflicto) que se convierten en fortalezas prácticas para enfrentar futuras dificultades.
- El terapeuta asiste a la pareja a construir o actualizar su proyecto de vida en común, alineando metas, valores y prioridades, lo que fortalece el sentido de dirección y propósito compartido.
- Con el tiempo, la experiencia terapéutica puede aumentar la confianza de la pareja en su propia capacidad de cuidarse, sostenerse y crecer juntos, consolidando así la fortaleza global de la relación romántica.
