La historia del cortejo en la Época Victoriana

Iniciar una relación amorosa en el siglo XIX era mucho más desafiante que hoy. En la época victoriana se requería mucha más etiqueta. Durante la época victoriana, las mujeres solteras se quejaban de que todos los hombres buenos ya estaban “cogidos” y se preguntaban si existía el «hombre perfecto» o “príncipe azul”, tal como lo hacen las mujeres de hoy. Los manuales de consejos de relaciones de pareja prevalecieron durante los años victorianos, y las mujeres recurrían a estos libros en busca de los consejos que brindaban, ya fueran buenos o malos. Estos libros ofrecían consejos sobre cómo no casarse jóvenes y un manual en particular escrito en 1874 decía: «No se puede considerar a una mujer joven para casamiento antes de los 21 años; 25 es mejor». Sin embargo, si una mujer no se casó a temprana edad, estadísticamente era posible que no pudiera casarse en absoluto.

Durante el período victoriano, el papel de los hombres en el cortejo era serio. Los hombres eran tímidos y no se sentían comúnmente atraídos por las mujeres atractivas, sino que preferían y coqueteaban con las reservadas.

Las citas victorianas casi siempre estaban supervisadas de alguna manera. A las mujeres no se les permitía estar a solas con un hombre hasta que estuvieran comprometidas. Una mujer nunca debía ir a ningún lado sola con un caballero sin el permiso de su madre. Una mujer nunca debía salir con un caballero a altas horas de la noche. De hecho, se consideraba extremadamente descortés que un caballero se quedara hasta tarde en casa de una mujer. Un caballero sólo podía visitar a una dama con su permiso. Al dar las buenas noches, la muchacha nunca debía ir más allá de la puerta del salón de estar, sino que un sirviente acompañaría a su pretendiente hasta la salida.

El hecho de que un caballero hubiera sido presentado a una dama con el propósito de bailar no significaba que pudiera pretender hablar con ella en otro momento o lugar. ¡Esto sería impropio! Si un caballero conocía a una dama a la que deseaba conocer mejor, debía hacer averiguaciones sutiles para encontrar un amigo en común que pudiera presentársela. Una cosa que estaba permitida en los eventos sociales era el coqueteo. Técnicas sutiles de coqueteo que incluían el uso de diversos accesorios personales como abanicos, sombrillas y guantes para transmitir mensajes de interés o desinterés. Una vez presentado formalmente, un caballero podría ofrecerse a acompañar a una joven a su casa mostrándole una tarjeta en la que se le preguntaba si podía ser su acompañante. Luego, la mujer podría sopesar sus ofertas y presentar su propia tarjeta al caballero que más le agradara.

La idea del matrimonio basado en el amor dio a los jóvenes, especialmente a las mujeres, un nuevo nivel de capacidad de decisión en la elección de sus parejas.

Las reuniones sociales de la iglesia y los bailes navideños eran considerados lugares adecuados para conocer a una pareja potencial, y las galas o bailes glamorosos eran comunes. Si un caballero era presentado a una dama con el propósito de bailar no significaba que pudiera hablar con ella si la veía en otro momento o lugar. Se consideraba impropio. Y si el caballero quería conocer mejor a la dama, le daría pistas sutiles a un amigo en común para posiblemente hacer arreglos con el fin de que su amigo lo presentara adecuadamente. Coquetear estaba mal visto, pero las sugerencias sutiles que se hacían con un accesorio personal, como un abanico o una sombrilla, eran aceptables.  Una vez que la pareja había sido presentada formalmente, el caballero podía ofrecerse a acompañar a la joven a casa ofreciéndole su tarjeta. Una mujer recogería muchas tarjetas en una noche, pero le presentaría la que más prefería al caballero en cuestión y esto significaría que había aceptado su oferta.

Si ya la dama había llegado a la etapa del noviazgo en la que salía con un caballero, siempre se separaban. Un caballero podía ofrecer su mano en ciertos momentos, y era el único contacto que se le permitía con una mujer que no fuera su prometida.

Uno de los aspectos más románticos del noviazgo victoriano era la palabra escrita. Las mujeres no sólo llevaban un diario del noviazgo, sino que ambos pretendientes intercambiaban cartas románticas. También intercambiaban medallones, monedas antiguas, retratos, poemas, bocetos y mechones de pelo. Las siguientes acciones se consideraban extremadamente groseras en presencia de compañía romántica: cruzar las piernas, arreglarse el cabello, guiñar los ojos, reír desmesuradamente, marcar el ritmo con los pies y las manos, frotarse la cara o las manos, encogerse de hombros, colocar la mano sobre la persona con la que conversa, mirar fijamente, y así sucesivamente.

– Stephanie Lahart

Siempre respétate a ti misma como mujer. Atraes lo que eres, así que sé consciente de cómo te presentas a los demás. Si quieres respeto, primero debes aprender a respetarte a ti misma. Atraer atención negativa nunca es bueno. ¡Sé una mujer con substancia! Sé una mujer que tanto hombres como mujeres respeten, admiren y consideren un ejemplo. No te irrespetes a ti misma al bajar tus estándares y aceptar cualquier cosa que aparezca en tu camino. ¡Está bien estar soltera! Si deseas una relación con substancia, no puedes continuar entreteniendo gente y cosas que no son buenas para ti. ¡Piénsalo! Depende de ti.

La percepción social de heterosexualidad en los hombres

La percepción social de la heterosexualidad masculina es más precaria que la percepción social de la heterosexualidad de las mujeres independientemente de la raza de la persona.

Un estudio encontró que la percepción social de heterosexualidad en los hombres es más precaria que la de las mujeres independientemente de la raza de la persona.

En una nueva investigación publicada en Personality and Social Psychology Bulletin se encontró que la percepción social de identidad heterosexual para los hombres es más precaria que para las mujeres. Además, se descubrió que la raza de las personas no afectaba los juicios sociales sobre si la identidad heterosexual de un individuo era estable a través del tiempo. Específicamente, a pesar de las investigaciones que han encontrado que los hombres negros tienen más probabilidades de ser percibidos como heterosexuales cuando participan en comportamientos que desafían las normas culturales heterosexuales, en este estudio la raza no afectó los juicios sociales sobre la percepción de su sexualidad.

La percepción social de heterosexualidad — o sea, si las personas perciben a otras como que son heterosexuales o como que no lo son– como identidad puede no ser estable a través del tiempo si alguien se comporta de una manera ambigua y que parece inconsistente con sentirse atraído por el sexo opuesto. En Estados Unidos, los hombres pueden encontrar que la percepción social de su heterosexualidad puede ser más incierta que en el caso de las mujeres, porque la gente generalmente asume de primera intención que los hombres son heterosexuales y la percepción de lo que significa ser un hombre heterosexual ha sido históricamente más inestable en comparación con la sexualidad femenina.

Esta investigación exploró también cómo la percepción de inestabilidad de la heterosexualidad de un individuo está influenciada por su género y raza. Christopher Petsko y Stefan Vogler plantearon la hipótesis de que la percepción social de la heterosexualidad de los hombres es más inestable en el tiempo que la de las mujeres. Investigaciones anteriores han encontrado que los hombres negros a menudo son percibidos como extremadamente heterosexuales, mientras que se suele pasar por alto el comportamiento de las mujeres negras hacia personas del mismo sexo.

Los resultados de esta investigación revelaron que los hombres que tienen conductas sexuales ambiguas entre personas del mismo sexo son vistos como menos heterosexuales, más bisexuales y más homosexuales que las mujeres que tienen la misma conducta. Sorprendentemente, la predicción de que la raza podría desempeñar un rol en este proceso no resultó ser correcta. Los datos no indicaron una mayor tendencia hacia una raza en particular cuando se trataba de personas blancas o negras.

Aparenta ser que existen estándares sociales más estrictos para hombres que para mujeres a la hora de percibirlos como heterosexuales.  Estos estándares sociales podrían influenciar grandemente no sólo la forma en que los hombres comparten con sus pares y como se comportan en las relaciones de pareja, sino también el nivel de homofobia y bifobia comúnmente asociado a éstos.