Sexo y el proceso terapéutico

En terapia los cónyuges encuentran un espacio seguro para hablar asunto tan sensitivos como los que se relacionan con el sexo.  Las parejas con frecuencia se atascan en un ciclo sexual negativo.  Es importante señalar que cuando las parejas disfrutan de buen sexo, usualmente querrán más éste, lo que les brinda la oportunidad de fortalecer el área de la intimidad.  En terapia exploramos las barreras que podrían existir que les impidan el disfrute de la sexualidad.

Relación con el proceso de terapia

  • La terapia de pareja ofrece un espacio seguro y sin juicio para hablar de la sexualidad, un tema que muchas veces genera vergüenza o incomodidad, permitiendo poner en palabras deseos, miedos y frustraciones.
  • Ayuda a diferenciar entre dificultades sexuales de origen relacional (conflictos, resentimientos, falta de intimidad emocional) y aquellas ligadas a factores individuales o médicos, facilitando un abordaje más preciso.
  • Mejora la comunicación sobre el deseo, las preferencias y los límites, de modo que cada miembro pueda expresar lo que le gusta y lo que no, sin temor a ser criticado o rechazado.
  • A través del trabajo terapéutico, la pareja puede reconstruir la confianza y la intimidad emocional, condiciones fundamentales para que la sexualidad sea vivida con mayor placer, seguridad y entrega.
  • El terapeuta puede ofrecer psicoeducación sobre respuesta sexual, mitos y creencias culturales, ayudando a desmontar expectativas irreales y a normalizar variaciones en el deseo y la frecuencia sexual.
  • Se promueven ejercicios de conexión graduales (caricias, contacto físico no genital, rituales de acercamiento) que ayudan a reducir la presión por “rendimiento” y a recuperar el disfrute del encuentro.
  • La terapia ayuda a negociar diferencias en el deseo sexual (frecuencia, tipo de prácticas, momentos del día) buscando acuerdos realistas que cuiden el bienestar de ambos.
  • Cuando es necesario, el terapeuta puede recomendar la consulta con otros profesionales de la salud (médicos, sexólogos, psiquiatras), integrando estos recursos al plan de tratamiento de la pareja.

 

Prevención y el proceso terapéutico

Cada pareja debe tomar medidas preventivas para mantener la salud de la relación en óptimas condiciones.  Este proceso es comparable con el de hacer ejercicios en un gimnasio.  En terapia, las parejas trabajan sus «músculos» afectivos y relacionales de forma que se mantengan tonificados y fuertes.  «Músculos» afectivos y relacionales débiles crean oportunidad para el deterioro y el daño a la relación.

Relación con el proceso de terapia

  • La terapia de pareja ayuda a identificar las fortalezas ya presentes en la relación (apoyo mutuo, sentido del humor, proyectos compartidos), que muchas veces quedan opacadas por el conflicto cotidiano.
  • Al poner en palabras lo que cada uno valora del otro, se refuerza el reconocimiento, la gratitud y la apreciación, pilares fundamentales de las relaciones románticas saludables.
  • El proceso terapéutico invita a recuperar historias positivas de la pareja (cómo se conocieron, momentos significativos, retos superados), reforzando el sentido de identidad y resiliencia del vínculo.
  • Se enseñan y practican rituales de conexión (tiempos de calidad, gestos de cariño, maneras de saludar y despedirse) que consolidan la cercanía y la sensación de “somos importantes el uno para el otro”.
  • La terapia ayuda a transformar ciertas diferencias en recursos complementarios, de manera que en lugar de verse como “defectos”, se reconozcan como cualidades que enriquecen la relación.
  • A través de ejercicios y tareas, la pareja desarrolla nuevas habilidades (comunicación, negociación, reparación tras el conflicto) que se convierten en fortalezas prácticas para enfrentar futuras dificultades.
  • El terapeuta asiste a la pareja a construir o actualizar su proyecto de vida en común, alineando metas, valores y prioridades, lo que fortalece el sentido de dirección y propósito compartido.
  • Con el tiempo, la experiencia terapéutica puede aumentar la confianza de la pareja en su propia capacidad de cuidarse, sostenerse y crecer juntos, consolidando así la fortaleza global de la relación romántica.