Las emociones son complejas y nuestras experiencias diarias las afectan. Nuestra canción favorita en la radio, un jefe insensible, recibir una noticia agradable… todo esto influencia nuestro estado de ánimo y tiene un efecto en la forma en que nos sentimos y pensamos. Desafortunadamente, en ocasiones estas emociones, positivas o negativas, las podemos llevar a nuestra relación y descargar en quienes más queremos nuestras alegrías, pero también nuestras frustaciones y estados de ánimo alterados. La pregunta es, ¿le vamos a permitir a esas emociones que dicten la forma en cómo tratamos a otros? Así las cosas, piensa siempre primero en las consecuencias de tus acciones antes de reaccionar: «¿cómo mi respuesta a esta situación afectará mi relación con esta persona?, ¿voy a lamentar después haber hecho o dicho esto?» Ponlo en práctica. Se convertirá en un hábito. Verás los resultados.